ESCENA EN EL HALL
Apenas
inaugurado el hotel,poco tiempo después de haber nacido Lucencia a la socciedad
de naciones,una media hora después de haber aterrizado Olegario Brunelli en el
aeropuerto de Ciudad-Alegría, el destino o en este caso el capricho del
narrador sitúa a nuestros personajes en el hall del hotel que o se describe muy
bien, tal vez porque el narrador estaba más atento a lo que sucedía allí que al
decorado. Nos podemos hacer una idea de cómo era el hall de este pretigioso
hotel a través de alguna fotografía que se conserva en los archivos.
ESCENA EN EL
HALL
Lo mismo que les ocurre a nuestros personajes nuestros narradores aún no se
conocen, pero lo harán pronto, en el mundo paralelo dedicado a estos pequeños
dioses de la ficción. Allí tejerán la suerte de sus personajes lo mismo que
hacían las Parcas o discutirán entre sí la manera en que sus criaturas tengan
el mayor protagonismo posible en la historia.
En este Parnaso, como hacían los dioses griegos en el Olimpo, discutirán y se
pelearán defendiendo a sus personajes y el discurrir de la historia. El autor de
Olegario Brunelli ha tomado un nombre de dios para entrar por primera vez al
Parnaso. Se hace llamar ahora Rasec. Esta especie de Olimpo es como un gran
hotel, solo que exclusivo para los dioses de la ficción, donde se puede dormir
o degustar un buen plato en el comedor o emborracharse de ambrosia y ponerse a
discutir con autores desconocidos sobre la suerte de sus personajes.
Rasec se liba sus buenas raciones de ambrosía, el nectar de los dioses, y se
pone a pensar en la suerte que sufrirá su criatura, su hijo predilecto,
Olegario Brunelli. Le gustaría discutir con los otros dioses de la ficción la
suerte que sufrirá su amada criatura. Pero ya es tarde. Otra vez será.
El destino gusta de jugar al billar utilizando el tiempo y el espacio. Por eso
no es de extrañar que dentro de un momento se vaya a producir una genial
carambola. Será un tanto esperpéntica como los personajes que la van a
protagonizar. No se puede pedir al destino que no haya tropezones en la
trayectoria de las bolas cuando éstas son cuadradas en lugar de redondas".
Olegario Brunelli estaba más preocupado de su peluquín al llegar a la puerta
del hotel "Joie de vivre" que de su entorno. No es de extrañar que no
advirtiera las dificultades que ésta le ofrecía. Se trataba de una puerta
giratoria, de esas con varios compartimentos que dan vueltas y vueltas, y si
uno no anda vivo nunca acaba de pasar al otro lado.
Olegario notó que chocaba contra alguien. Elevó ambas manos a la cabeza para
sujetar el peluquín y de pronto se vio sentado en el suelo. Sentada unos metros
más allá se encontraba una mujer que le llamó la atención. La observó con
pasmo. Ella le miraba y se reía con ganas.
-Senor discume muco mis mientes le salen.
-Me commende uste?
-Oh, sí, querida amiga. Voy a ayudarla de mil amores.
En el Parnaso acaba de entrar Animix quien discute con Rasec sobre su
aportación a la historia. Ambos acaban poniéndose de acuerdo sobre el hilo a
seguir, tras una copiosa libación de ambrosia. El dios Rasec permite que la
diosa Animix tome la palabra.
El Conserje está atento a Matilde Metildé, sin dejar de mirar que en el hall
principal está pasando algo que debiera contener, aunque sería importante que
primero se enterara de qué se trata.
Pero no necesita buscar un pretexto, aunque ya le ha hecho una seña al botones
que esperaba instrucciones, para que fuese adelantándosele. Matilde abandona su
peligrosa sonrisa brillante, para volver a mirar (es un decir), hacia el lugar
al que ya mucha gente está mirando.
Le interesa, y como no ve más que como a través de una nebulosa, se acerca para
ver. Como siempre, a grandes zancadas, sólo superadas por el botones, de
escasos veinte, alto, flaco, y agilidad acorde. El pobre conserje, que es
pequeñito, esmirriado, y a los que los cincuenta le están pesando más de lo que
debiera, va detrás, dejando el alma en el aliento.
Cuando llega cerca del lugar, encuentra a un hombre en el suelo. El hombre
moreno y calvo que le parecía distinguir, y a una mujer, caída en cuclillas, lo
que a Matilde le hace pensar que quizá se trate de un parto adelantado. Pero
ninguna parturienta necesita a un señor tirado en el suelo, lloriqueando cosas
en italiano que se refieren a su calva y a que no puede pensar.
La mujer, que Matilde no sabe que ha perdido su dentadura postiza, y mucho menos
que se ha caído sobre un peluquín, habla con dificultad, para expresarse,
escupiendo lo poco que dice:
Filo: mmmmmm señor, discume, musco mis mientes...
Filo se siente incómoda sobre algo sobre lo que ha caído y no entiende qué es.
Olegario, quiere recuperar a toda costa su peluquín, y no le importa tironear
de él, que está debajo del trasero de Filo.
-"Ay", piensa Matilde". "Aquí, en público" " Este
hombre le mete la mano a la pobre mujer sin ningún disimulo!" "Es
típico, según el libro de ese profesor de la Universidad de
Maupentiers, que el sexo en público se debe a una represión infantil, cuando la
madre..."
A esta altura, Matilde tropieza posiblemente con los dientes de Filo, y cae sin
poder encontrar en el índice del libro que hojeaba mientras se acercaba, el
tema en cuestión.
La mujer que Matilde no sabe que se llama Filo, le dice:
Filo:merdone, ¿ eso que tiene ahí en su mano son mis mientes?
Matilde no le entiende nada, solamente que le pregunta si tiene algo en la
mano, y sí tiene, pero se ha colgado, no sabe lo que quería decir sobre el tema
del que ya no se acuerda, y despatarrada sobre el suelo, abre el bolso que
lleva con los libros, revuelve, mientras Olegario sigue tironeando y
quejándose, y Filo sigue pidiendo por sus diente, hasta encontrar un pastillero
enorme, desproporcionado. Duda. Tiene cinco colores de pastillas distintas,
cada una para un caso diferente. Opata por la roja, y la traga sin
dificultades, y se queda un rato mirando lo que puede, alrededor.
Un hombre maduro, que Matilde no sabe que es Irreverente, y tampoco sabe que es
maduro, si no lo ve más de cerca, decía con voz melosa:
Irre: -Puedo ayudarles, gentiles damas?
La píldora surte efecto de pronto.
Matilde:-¡ jajajajajajajajajajajaj!-. Bienvenidos los caballeros y no tanto,¡jajajajajajajajaj!
Irre:- Asssias, bella dama. Sin duda debo estar en el cielo, ya que me rodean
los ángeles.
Matilde:-¡jajajajajajajajaj! Ay, salga.¡jajajajajajajaj!
Pero Matilde se da cuenta de que esa risa no está en consonancia con la
situación, así que, aferrando el pastillerón como si fuera un arma, saca una
pastilla, la estudia, es una blanca, y la traga con más dificultad, porque es
de mayor tamaño.
Filo:-mmmmmmm señor, necesito ayuda.
Irre:-De mil amores, ¿qué necesita usted? -el tono de Irre es de una melosidad
casi molesta, o que mueve a risa, según se vea.
La pastilla es la indicada. Matilde se vuelve comprensiva:
Matilde: Está usted bien, señora...¿O debiera decir, señorita?
Y dirigiéndose a Olegario:
Matilde: -Señor, señor, usted,¿se ha lastimado?
Olegario sólo quería recuperar su peluquín y largarse cuanto antes. De pronto
comprende que tiene delante de sí una maravillosa escena para un show. Una
señora muy amable, le estaba preguntando si se sentía bien.¿Cómo podía sentirse
bien con su peluquín en los suelos.
Olegario:-Disculpe, señora, necesito mi peluquín, sin él no puedo pensar.
Filo:-no muedo hablar y enecisto mis mientes y además hay algo que me molesta
debajo del trasero...¿modría usted ayudarme?
Matile:-Bueno, señorita, en fin, no me parece apropiado que el señor, en fin,
le ande removiendo el trasero, aquí, con tanta gente alrededor. Mejor la ayudo
yo,¿quiere?
Olegario: -Lo siento, señora, no puedo pensar. ¡Ustedes! podrían ayudar, y
dejar de reírse.
-No se ponga así, señor, pero la gente es obsesiva, y más si usted pone su
inquieta mano en puntos que dan cierta incomodidad.
Irre, de comedido, revisa afanosamente todo el lugar. No sabe realmente qué
busca, pero poco le interes, mientras pueda mostrarse atento con las damas que
le observan.
Olegario:- Gracias, señora. Y usted, amable caballero,¿podría ayudar a la
señora a encontrar sus dientes?
Filo:- Mientras no me haga caer mis mañuelitos que están en mis senos, tironee
despacito.
Matilde:- Ya decía yo sobre la falta de pudor del sexo en público.
Mira hacia Filo, que en posición desgarbada, deja ver el peluquín que le asoma
desde debajo del trasero.
Matilde:-¿Y esos pelos?
Irre(que sigue en la suya, a Olegario)- Por supuesto, amigo, de hecho lo estoy
haciendo en este instante. Habré de hallarlos en menos que canta un gallo.
Matile(que sigue en su obsesión)-¡Cierre las piernas, señorita, que está
mostrando todo.
Filo:- Tengo várices, celulitis, calambres, ácido úrico y me muesma moverme.
El botones, con cara de póquer, sin embargo, está perdiendo la compostura. El
conserje, antes de que las cosas terminen de írseles de las manos:
Conserje:- Vení, pibe. Ayúdame con este desastre.
En ese momento, llega el bailarín de tango, que mira la escena y a su
compañera, con cara preocupada, pensando que algo grave ha sucedido.
Conserje:- Por favor, señores, tranquilidad. Tran-qui-li-dad. Ya he llamado al
médico del hotel, para que chequee que no se han hecho daño.
Mientras tanto, entre todos, (hay muchos curiosos que se han acercado al lugar
del choque), tratan de levanta a Filo. Ela no colabora.
Filo advierte el peluquín que asoma entre sus piernas, y se asusta.
Matilde le hace gestos, que intentan decirle que tape sus intimidades, pero
que, dado cómo los hace, pueden parecer de lo más obscenos. Filo cree que está
mostrando algo indebido, y apurada, mete en su lencería, pensando que así
disimula sus intimidades.
Matilde nota la incomodidad de Filo, pero ve menos que ella. Sin embargo, con
esa voz disfónica de cigarrillo y aguardiente, le dice, tratando de ser lo más
suave, y contenedora:
Matilde:- Tranquilícese, señorita, yo la voy a ayudar.¿Nunca leyó el libro del
Dr. Efémides, "El secreto de la genitalidad femenina?"
En realidad, Matilde porque no ve, los demás porque no se animan, nadie le hace
entender a Filo, que eso que tiene entre su ropa interior, no es parte de su
cuerpo.
Olegario se da por vencido, cree irrecuperable su peluquín. Le pide al botones
una infusión, y se va al salón a esperar el desenlace. Está temblando de pies a
cabeza, y no cesa de repetir:
Olegario:- Sin el peluquín no puedo pensar, no puedo pensar...
Con delicadeza, el conserje le pasa la dentadura a Filo.
Matilde, insiste en ayudarla:
Matilde:- Señorita, yo creo que será mejor que la acompañe al toilette para
ayudarla.
Al sujetarse de Filo, la vuelve a tirar al suelo, y vuela debajo del mostrador,
al fin, el peluquín de Olegario.
Filo:-Cuando logre estabilizarme, señora, iré con usted con mucho gusto.
El botones, con agilidad adolescente, ataja el peluquín como si fuera un balón,
y se lo pone a la calva de Olegario, claro que de cualquier manera.
Matilde, que no ve hasta el salón, ve esos pelos tapando la cara de Olegario, y
empieza a gritar escandalosamente:
Matilde:-¡Ayyyyyyy!¡Qué tiene en la cara ese hombre!
Pero cada uno está en lo suyo, y nadie la escucha demasiado.
Olegario se acomoda el peluquín con esmero, y se va calmando:
Se ríe, llora, se calma:
Olegario:-Ya puedo pensar... Ya puedo pensar...
Filo:- Ya puedo hablar sin mmmm, ya puedo masticar, ya puedo...
Filo: - Señor de la nariz deteriorada... disculpe, ¿podría usted decirme si ese
pañuelito rojo lo sacó de mi seno?
Irre observa la escena, bastante avergonzado. Efectivamente, el pañuelo que
tenía entre las manos no era el suyo.
Han entrado en tromba al Parnaso nuevos dioses dispuestos a pelear por su trozo
de historia. El dios Nobel Solrac puja porque su personaje, el gran Irre, tenga
más papel. Rasec le dice que puede coger la pluma de ganso divino que tiene al
alcance de su mano y escribir su propia visión de esta divertida historia
humana.
La diosa Eleh entra acompañada del dios del caos Atsinoednab y ambos reclaman
más voz para sus personajes. Se produce una larga discusión de la que Rasec
ignora sus consecuencias, a pesar de sus conocidas dotes adivinatorias.
En una nueva sesión, estos nuevos dioses modernos, discutirán lo que han de
hacer con sus criaturas y trazarán con mano firme su destino.