EL DIOS RASEC
Los dioses del
Parnaso no pueden adoptar forma distinta a la antropomórfica, puesto que han
creado a sus personajes a su vivísima imagen y semejanza(solo hay que echarles
una ojeada a estos buenas piezas para darse cuenta de lo muy humanos que son).
A pesar de ello
resulta en extremo difícil dar una imagen ajustada del dios Rásec. Más que nada
porque no cogería en la pantalla, aparte de otra razón de mucho peso y es que
su criatura privilegiada, Olegario Brunelli, rompió todos los moldes en el
momento de su creación. Si tenemos en cuenta que los dioses del Parnaso no
pueden engordar, tomando como toman todos los días la dulce ambrosía, resulta
un tanto contradictorio que describamos a Rásec como un dios gordo. ¿De dónde
vendría su obesidad? La de Brunelli es más explicable puesto que la constante
ingestión de proteína animal, grasa casi en estado puro, proteína de pescado
(si puede ser marisco mejor), proteína vegetal, proteína mineral (sería capaz
de comer rocas como lo ha demostrado en sus etapas de paro forzoso), pasta un
día sí y otro también (no en vano su ascendencia italiana pesa), grandes
calderadas de verdura y ensaladas Cesar (es su preferida) tanto en invierno
como en verano, así como platos exóticos de cocina internacional, y toneladas
de líquidos alegres (algunos que le conocen bien dicen que nunca probó el agua
y que los botellines de agua mineral que utiliza en sus shows para aclararse la
garganta son vodka con burbujas) y... no sé por dónde íbamos con tanta
descripción de alimento... ¡ah!, sí. A nadie le extrañará que Brunelli esté
gordo, obeso y lleno de adiposidades.
En cambio
explicar la gordura del dios Rásec resulta un tanto complicado. Habría que
recurrir a los efectos del mentalismo y la sugestión en los dioses. Al crear a
su personaje sufrió una gran indigestión psicológica. De ahí que ahora se crea
gordo y actúe como todos los gordos: dice estar siempre cansado, busca
cualquier asiento a su alcance, sueña con platos divinos, odia el calor y busca
el frío de los polos terráqueos, procura hablar poco y decidir menos porque
esto le sacaría de su congénita vagancia divina. Digamos pues que el dios Rásec
podría adoptar formas biológicas más acordes con la estética de los dioses,
pero se ha quedado con una burda imitación de su criatura, el gran Brunelli.
La eternidad de
sus años ayudaría a imaginar a este atípico dios como un anciano venerable, de
blanca barba, y ancha túnica blanca, con un largo y ancho cayado en su mano
derecha. Pero nos encontramos con un serio problema. Como la eternidad es la
ausencia de tiempo no veo razón alguna para que el devenir de los años se note
en su duro rostro. Al contrario, una mofletuda cara de bebé haría más justicia
a la ausencia de tiempo que se vive en la eternidad.
El dios Rásec es,
pues, atemporal y como tal se podría, teóricamente, trasladar a cualquier
época, incluido el primer bing-bang (porque ha habido otros) y como ser
invisible de energía pura haría de fantasma la mar de bien, si quisiera, que no
quiere. También podría adoptar las formas humanas y animales que se le
antojasen. Ello supondría la posibilidad de seducir a humanas con figuras
apolíneas (no me constan estos extremos, pero podrían constarme en cuanto
tuviera datos) y de seducir hembras de animales irracionales con la
correspondiente figura de macho (me consta menos y puede que esté confundiendo
al dios Rásec con Júpiter o Zeus de quien se decía que en forma de toro llegó a
seducir a... luego me acuerdo).
El dios Rásec
procura huir de las discusiones y manipulaciones políticas sobre el destino de
los personajes que suelen ser frecuentes en el Parnaso. Deja que cada cual haga
de su capa un sayo, si bien cuando en su camino se encuentra con un personaje
de sexo femenino y atractivo cuantioso, sale de su apatía y comienza alguna de
sus aventuras de incógnito que tanto daño hacen al Parnaso.