miércoles, 24 de junio de 2020

TALLERES XVI

                                 COORDINANDO EL HOTEL



Queridos amigos: El hotel de los líos está cada día más lioso. Voy a intentar poner un poco de orden. Empezando por la escena de los gags que tiene varias versiones. Intentaré poner un borrador con las diferentes versiones y un hilo conductor para que se convierta al final en una gran escena digna de los grandes maestros del cine mudo. Como sabéis la escena comienza al final de la cena. Olegario se ha ido a dormir y cuando todos regresan a sus habitaciones se encuentran con los ronquidos atronadores de este dragón sin fuego, que pone al hotel en pie de guerra. A partir de aquí hay una escena en la que intervienen las damas Matilde y Filo y los caballeros Irre y Agustin. Se produce la escena del televisor y queda pendiente la escena de la cantante de ópera que es secuestrada y obligada a cantar a la oreja de Brunelli sin resultados. Esta escena la pueden asumir Marcelo y bando con mi ayuda interpretando a Sofía de Hannover. Si no os apuntáis la concluiré yo.

Luego viene la escena del pasillo. Salen de sus habitaciones algunos clientes, entre ellos el futbolista y Romina y un matrimonio extranjero que no hay quien le entienda, ni siquiera se entienden ellos y sus hijos que son un incordio. Es aquí donde hay que poner un poco de orden porque existen dos versiones, una sin la intervención de Filo y de Agustín y otra con todos. Haremos algún empalme como en el cine para que la secuencia no quede coja.
Lo importante es que al final todos acaban en el casino al que acceden por los ascensores. Y allí se produce la escena coreográfica que estoy preparando y que cada vez se complica más. Nos lo vamos a tomar con calma y para el próximo sábado, si os parece, tocaremos el tema de la parodia ya que hay algunos personajes que intervendrán en el congreso y que son parodia de humoristas conocidos.
Tenemos olvidado a los dioses del Parnaso para los que estoy esbozando un Parnaso u Olimpo de rechupete donde tendrán también sus propios conflictos. Se me ocurre que lo mismo que Júpiter se transformaba en las cosas más peregrinas para seducir a las terrestres y los dioses y diosas a su vez se metamorfoseaban en todo lo que querían para intervenir en la vida de los humanos, los dioses del Parnaso vendrán al hotel metamorfoseados y organizarán una buena. Pero eso lo dejaremos para más adelante. Aún tengo que esbozarlo un poco más.

Y nos queda el congreso que estoy esbozando. La idea es que el narrador, como un cronista deportivo, va narrando la llegada de todos los personajes al salón de actos, o de los pasos perdidos, donde está esperando el Presidente del congreso, el Sr. Almirante que es el único que ha madrugado. Los demás están durmiendo a pierna suelta tras una noche muy ajetreada. Es aquí cuando interviene el botones, personaje de Ximena que me apropio momentáneamente con su permiso. Utilizando la megafonía y de una forma muy descarada, despierta a todos los personajes que van acudiendo, cada cual como puede y le dejan. El último es Brunelli que a pesar de haber dormido toda la noche, parece no haber descansado nada y se muere de sueño. A partir de aquí cada narrador cogerá a sus personajes. Comenzará la sesión con un discurso pesadísimo de Almirante que los humoristas y espectadores intentan combatir con mucho alcohol servido por Clara-Alegría de todos nosotros. Luego seguirá una rápida intervención de Brunelli que presenta al mismísimo Woody Allen y a partir de aquí hay un maremagnum indescifrable que habrá que esbozar. En el patio de butacas están todos muy aburridos y organiza cada cual lo suyo para no dormirse y aguantar la sesión inaugural.

Y de momento esto es todo. Iré ayudándoos con los personajes e iremos matizando un poco cada escena hasta llegar al congreso. Es un camino largo, pero mientras haya risas, al menos será divertido.


 Se me ocurre aprovechar esta sección que ha abierto Ximena para ir adelantando hilo argumental y coordinar los diferentes puntos de vista narrativos.

Si os parece bien esta tarde podríamos hacer una improvisación sobre la escena que se va a desarrollar en el comedor. Allí se sientan todos los protagonistas del gran tropezón, se toman unas tilas, llaman al doctor Filidor y luego más tranquilos improvisan un largo diálogo en el que se presentan y se hacen amistades, simpatías y antipatías.

Se me ha ocurrido que podría empezar nuestro amigo bandoneón arrabalero con su personaje. Este viene con su café lleno de ceniza, su cigarro negro en la comisura de los labios y describe la escena que se encuentra. Luego comienza el diálogo entre todos los personajes, aparece el doctor Filidor y la escena sigue improvisada.

Se me ocurre que al acabar esta escena, en el próximo episodio, cada personaje, tanto principal como secundario, se iría a sus habitaciones o quehaceres reflexionando sobre lo que ha pasado. Después podrían quedar Filo y Matildé para cenar. Se apuntaría Irre que no quiere quedarse solo y el personaje de bandoneón aparecería en la cena para defender a Filo de Irre. Olegario se iría a su habitación para darse una ducha, preparar el show y encargar una cena muy abundante. Le gusta comer solo porque se pone morado y no soporta que se rian de él por su desmedido apetito.

Los personajes secundarios se retiraría, el doctor Filidor a sus habitaciones y el conserje y el botones a sus quehaceres. Todo esto puede ser cambiado si encontramos algo mejor y se puede improvisar todo lo que se quiera.



Respuesta


Enviado: 06/04/2004 19:35

Para que la imaginación vaya por delante de la historia y podamos hacer un pequeño guión antes de cada improvisación se me ocurren algunas ideas al hilo de lo que hemos improvisado.

Por un lado Olegario se retira a su habitación donde se baña y encarga una cena pantagruélica. Eso me permitirá trabajar en mi personaje a solas y recapitular algo de lo sucedido. Creo que el ir alternando episodios donde los personajes se manejen en solitario o como mucho con algún allegado nos permitirá trabajar más en el esbozo del personaje y recapitular y reflexionar sobre lo narrado. Luego los volvemos a juntar en escenas puntuales para trabajar los diálogos, que son imprescindibles en el humor.

Por otro lado tenemos la cena del doctor Filidor con Matildé y Filo, a la que se han apuntado Irre y agustín. Se me ocurre que la cena puede tener algo del desmadre de los hermanos Marx. Habría que trabajar en más secundarios, por ejemplo un camarero-ra y un maitre. Si alguien decide hacerse cargo de estos personajes que lo diga y haba un pequeño retrato para subir a la sección de personajes. Si nadie se atreve me encargo yo que ya tengo un cocinero en mi circo y estoy trabajando con camareros, maitres y demás personal de este mundillo.

La escena podría ir por estos derroteros, más o menos: Los caballeros se desviven por atender a las damas que se sienten muy nerviosas ante tanta atención y tantos seductores caballeros. Se producen algunos incidentes chuscos con el vino y las viandas. El camarero puede ser un romántico fantasioso que sueña con atender a grandes estrellas de Hollywood. Como también es medio cegato y no se ha puesto las gafas, arma la marimorena confundiendo platos.

El maitre tiene que poner un poco de orden. Es un señor tan estirado que no tiene arrugas en la cara. La cena transcurre entre incidentes cómicos y diálogos chispeantes sobre la vida, el amor y lo que se tercie.

Podemos rematar la escena con la aparición para cenar de alguno de los humoristas del congreso que se mezclan con los asistentes al congreso sexológico, con el equipo de la película que va a comenzar pronto el rodaje y se hospedan en el hotel y con cuanto se nos ocurra.

Finalizado este episodio (La escena de la cena, Olegario en su suite poniéndose morado, el follón que se arma en el comedor con nuestros amigos y el resto de la "plantilla" y el camarero cegato y romántico, etc) podemos pasar a un episodio nocturno. En él, parodiando un poco al hotel de los lios de los hermanos Marx, cada uno se va a su habitación para dormir pero a lo largo de la noche surgirán graciosos incidentes. Los ronquidos de Olegario que no dejan dormir a las damas, Irre y agustín se ofrecen para acabar con los ronquidos con remedios tales como calcetines en la boca etc. El camarero romántico y cegato confunde a las damas, Filo y Matilde, con estrellas de Hollywood e intenta colarse en sus cuartos. Irre y agustín le vapulean y las damas deciden dormir juntas mientras sus caballeros hacen guardia a la puerta.

Podemos ir imaginando este episodio que pretendo sea muy gracioso. Se me van ocurriendo cosas pero dejaremos que vayan madurando.



Enviado: 08/04/2004 20:23

Voy anotando nuevas ideas antes que se me olviden. Para quien quiera practicar esbozando nuevos personajes secundarios propongo alguno más. Aparte del camarero y el maitre, necesitamos un esbozo para el detective del hotel, que intentará poner orden en el desmadre nocturno que se avecina, pero sólo conseguirá empeorarlo.

En una escena está Olegario roncando en su habitación. Entran Irre y Agustín, le ponen calcetines en la boca y le hacen toda clase de incordios pero no despierta. Por una rendija de ventilación oyen cantar a una soprano que está preparando una ópera para su debut en el teatro de la ciudad. Ya tenemos otro secundario para quien quiera apuntarse. Una soprano.

Comentan entre ellos y deciden rogarla que les acompañe a la habitación de Olegario para despertarle. Como se niega la secuestran y la llevan a rastras. Allí se produce una escena cómica. Como Olegario sigo roncando y observando que la cama tiene ruedas, le llevan en procesión por toda la planta y es aquí cuando se incorporan nuevos personajes a la juerga nocturna. Así al pronto se me ocurren los siguientes: un trío de humoristas que imitan a los hermanos Marx, un futbolista que se está corriendo una juerga de incógnito, uno de mis personajes del circo a quien aún no conocéis, Luciferino, imitador divino y sus muñecos. Etc. Cada cual puede aportar sus ideas. Y de momento nada más, sigo fantaseando sobre esta escena.




Enviado: 09/04/2004 17:58

Siguiendo con el hilo de la historia. No sé si os apetece más trabajar la creación de personajes o la historia en sí. Se me ocurre que podríamos ir imaginando lo que será el congreso de humoristas. Para ello sugiero que cada autor intente esbozar algún humorista, bien sea original o parodiando humoristas conocidos. El congreso podría comenzar con una ponencia sobre el humor por parte de Olegario Brunelli y de los personajes del resto de los autores. De forma divertida se expondría qué es para cada uno el humor.

Continuando con la juerga nocturna, la procesión de Olegario en la cama y roncando como una locomotora, podría dar lugar a hilvanar diferentes escenas o gags cómicos. Cada autor podría ir imaginando situaciones cortas, como gags, en los que aprenderíamos sobre la marchaa construir gags de diversos tipos. A mí se me ocurre que a Olegario lo podrían bajar en la cama, roncando, hasta el casino que tiene el hotel en los sótanos. Los ludópatas no harían ningún caso de la cama rondando entre máquinas tragaperras.

La cama rodando por el hotel sería el hilo conductor de diversas situaciones cómicas. Todo el hotel se pondría en pie de guerra y el detective intentaría por todos los medios que Olegario en su cama volviera a su habitación.





Enviado: 12/04/2004 19:39

He estado trabajando en una idea para que todos los autores puedan intervenir en la narración. Se trata de una especie de Olimpo o un Parnaso donde los nuevos dioses de la ficción, o sea nosotros, solo que con los nombres cambiados. Se puede introducir en la historia este nuevo universo paralelo que nos serviría para que cada autor tuviera palabra en la historia y al mismo tiempo nos vendría muy bien parodiarnos a nosotros mismos.
Ya hay un ejemplo en el borrador definitivo de la escena del Hall. Espero que os guste. Ya me diréis qué os parece.




Enviado: 13/04/2004 19:59

Hola a todos! Me parece buena idea ... pero no me da por escribir historias cómicas, aunque alguna tengo por ahí, pero no es lo mío. Mis historias graciosas son, realmente, tontas... y algo comunes. Gracias, de todas maneras, por la invitación a participar!! Pero prefiero mi rincón de poetisa, con mis temas profundos, aunque no sean para divertir a nadie... pero esa soy yo, irremediablemente melancólica. Un abrazo!
Alejandra



Enviado: 13/04/2004 21:25


Hola, Ale:
¿Conocés alguien más bajonera que yo?
El tema es para animarte, por supuesto que luego cada cual decide. Te aseguro que en las improvisaciones que hacemos por chat, a uno se le ocurren disparates que no hubiera pensado. Y sólo necesitás un personaje, nuestro coordinador-guionista nos lleva de la mano.
Igual, leéte los borradores, para darte una idea en qué mundo de chiflados andamos caminando. Si aún así, te nos quedás en lo tuyo, ¡te queremos, Ale! Lo tuyo es muy bueno. Y no queremos perderte.
Sin más parafernalias, un besote.

Ximena










miércoles, 17 de junio de 2020

TALLERES XV


                 TRABAJANDO PERSONAJES DE IKEBANA

Querida amiga. Excelente trabajo de esbozo de personajes. Lo que me propones me parece de perlas. Antes de iniciar un análisis de personajes me gustaría sugerirte algunos detalles para que puedan encajar mejor en la historia del hotel. Por ejemplo, teniendo en cuenta que Pricila aparece en su habitación donde comienza a escribir las cartas a Olegario, podríamos buscar antecedentes. Aparece en el hotel y antes de que nos demos cuenta de su presencia ha observado el trasiego de personajes, de ahí que comience la correspondencia con Brunelli, sino no tendría sentido. Se ha encerrado en su habitación porque teme que aparezca su marido, Ramiro, con el que ha tenido una fuerte discusión. Aparece del bracete de Anibal, un buen amigo gay al que ha conocido por razones que puedes esbozar según tu propio criterio. Anibal se entera de la historia de Priscila y la sugiere se busque un buen hotel para pasar unos dias hasta que las aguas vuelvan a su cauce.

        Anibal ha llegado de polizón y con lo puesto. En Priscila encuentra a quien puede pagarle la cuenta de un buen hotel y una encantadora amiga con la que charlar largo y tendido de todo lo que le apetezca. Así aparecen en el hotel. Se registran juntos, si bien cada uno ocupa una habitación distinta aunque colindante. El botones que es un pillín deduce que se trata de una pareja de amantes aunque los modales de Anibal le dan qué pensar, aunque de momento no quiere ser mal pensado. El conserje esparce rumores por el hotel de que se trata de una pareja adúltera que ha venido al hotel para hacer su nidito de amor.

       Priscila se encuentra con el congreso de humoristas y decide participar a su manera. Además de los objetivos altruistas que la impulsan, piensa que un poco de ajetreo le hará olvidar su bronca con Ramiro. Este aparecerá en el hotel buscando a su Priscila, con quien es muy protector (este rasgo está muy bien y se le puede sacar mucho partido). Al enterarse de los rumores de que Priscila le ha puesto los cuernos su reacción es desmesurada, como buen colérico, pero en cuanto ve a su presunto amante, Anibal, se echa a reír y se le pasan todos los males, porque es evidente que Anibal es Gay.

       Ramiro decide participar en el congreso por seguirle la corriente a Priscila pero una vez puesto a ello se da cuenta de que podría dejar muy alto el humor venezolano y al mismo tiempo quedar muy bien ante Priscila, a quien podría hacer olvidar su enfado y conseguir una segunda luna de miel en el hotel. Una posibilidad fantástica que le da alas a la hora de montar su show en el congreso. No es humorista profesional, sino un espontáneo y ahí es precisamente donde reside la gracia de su intervención.

      En cuanto al análisis de cada personaje en particular decirte que calificar a Priscila de histérica es un gran acierto. También lo es que según Freud el histerismo femenino nace de problemas o desarreglos sexuales. Estos problemas son ocultados cuidadosamente por Priscila que siente vergüenza de hablar de ellos. También siente miedo de que Ramiro se entere de lo que piensa de sus dotes de amante y monte en "santa cólera).  Esto nos da muchas posibilidades. Priscila, inconscientemente, intenta vengarse de la sobreprotección de Ramiro. De ahí provienen sus desfases en el tiempo, sus conductas extrañas y sus dengues y cambios de opinión. Esto nos llevaría a una profundización psicológica cercana al dramatismo que puede ser aprovechado también en alguna ocasión.

     En cuanto a Ramiro aún nos queda mucho por esbozar. Tu puedes darle el toque que más te interese y buscar en sus escenas humorísticas un humor muy nativo, muy venezolano, eso sería fantástico.  Incluso el político tendría su interés si bien suele crear polémica porque unos son de un bando y otros de otro. Pero en la ficción no hay bandos, solo autores y personajes.

     En cuanto Anibal creo que puede dar mucho de sí. Se me ocurren un montón de posibilidades pero dejo en tu mano cómo explotarlas. El humor con homosexuales o gays es complicado porque facilmente se le va a uno la mano. No obstante creo que no deberíamos convertirlo en "una loca" en expresión de argot, sino un gay muy normalito, eso sí que a veces se pasa y le entran ramalazos de "loca".  Es un fotógrafo excepcional y busca una salida. Piensa que Priscila puede dársela y baila un poco el agua con la señora. Si lo convertimos en andaluz se le puede dar una gracia y un humor muy de esa zona. Yo podría ayudarte con expresiones y gestos muy típicos de lo andaluz.  Cuando llega Ramiro, Anibal siente pánico e intenta escabullirse, pero Priscila le echa un cable y Ramiro lo acepta porque no ve en él un enemigo, si bien a veces sus expresiones y conductas para con él pueden ser muy hirientes.

         Para ayudarnos podrías subir una especie de retrato en la sección de personajes. Las características psicológicas y físicas más llamativas de los personajes y sus objetivos más evidentes. De esta forma podríamos consultar estos retratos para empaparnos de la psicología del personaje en las escenas coreográficas con otros personajes.


        De momento nada más. Dime qué te parece mi visión del tema y cómo te gustaría empezar a trabajar. Antes de terminar decirte que puedes abrir un foro, si quieres, para la cita en el salón chinoise con Brunelli. En esa escena Olegario entrega a Priscila su carta enmarcada en plata y se produce un diálogo en el que los dos personajes se sinceran. Priscila cuenta de sus problemas y Olegario le habla de la dificultad que tiene para tratar con las mujeres.  Olegario invita a Priscila al congreso y la anima a participar. Ya veremos cómo rematamos la escena. Un abrazo.

martes, 9 de junio de 2020

TALLERES XIV



    CITA CON PRISCILA


Olegario Brunelli ha recibido una nota perfumada de Priscila. Pero esta vez el mensajero no ha sido nuestro simpático botones, sino la pizpireta Clarita Alegría. Parece que la bella dama por fin se ha dado cuenta de que las propinas al botones nos iban a costar un ojo de la cara y ha tomado una decisión pragmática e inteligente como acostumbran a ser las decisiones de las damas.

     Clarita Alegría se ha plantado frente a Brunelli, una vez que éste ha abierto la puerta con una precipitación muy propia de su caracter en cuanto hay dama atractiva de por medio y, buscando con toda naturalidad en su escote, le ha entregado un sobre rosa, perfumado, y con letra gótica digna de un calígrafo de postín. Brunelli ha dado las gracias casi con veneración a Clarita, pero se ha olvidado de la propina. Esta se la ha tomado por su cuenta y ha picoteado los labios de Brunelli. La sensación ha sido tal que a punto ha estado de desmayarse.  Pero estaba tan obsesionado por leer la nota de Priscila que se ha olvidado de Clarita, de la propina y hasta de desmayarse. Nuestra linda camarerita se ha dado cuenta de las emociones palpitantes de Brunelli y se ha escurrido con una sonrisa en sus labios pícaros y sensuales.

      Brunelli ha logrado abrir el sobre casi a empujones. En su duelo titánico con el papel ha roto un trozo de esquela y se ha persignado imaginando que alguna letra esencial ha podido desgajarse del arbol frondoso. Priscila cita a Olegario para las 17 horas del día de la fecha, en el salón chinoise. 

    La alegría de Brunelli es tanta que da una zapatiesta en el aire y cae de culo. No está nuestro héroe para muchas heroicidades olímpicas. Mira su reloj y observa que faltan dos horas para la cita. Intenta acicalarse con tal rapidez que no encuentra su mejor traje, ni su mejor peluquín, ni la única corbata que soporta. Tal como está, con dos frascos de colonia sobre su ropa de diario, los zapatones limpiados de dos escupitajos y con la carta de Priscila enmarcada en plata y envuelta en papel de periódico, sale de la suite. Baja en el ascensor medio ido, ni siquiera oye las risas del botones.

      Camina por el vestíbulo mirando los escaparates de las numerosas tiendas de lujo que están diseminadas a lo largo de las paredes. En una boutique se detiene para contemplar las piernas de una escaparatista que está colocando un vestido sobre un maniquí. Brunelli piensa en lo bien que resultaría regalar ese vestido a Priscila. No advierte la incongruencia de estar mirando las preciosas piernas de la dependienta al tiempo que piensa, de manera recatada, en seducir a Priscila. Así son los hombres, dirían las mujeres, y así es Brunelli. No huyas de mirar unas buenas piernas de mujer mientras llegan otras, porque puede que no lleguen. Ese es uno de los lemas de nuestro héroe.

       Quedan dos horas largas. Olegario se cansa de dar vueltas y vueltas. Se introduce en el salón chinoise con la timidez con que entraría un elefante en una cacharrería. Si el elefante supiera lo que son los cacharros y las normas sociales y el qué dirán, claro. Como no lo sabe un elefante no tiene esos problemas, pero Brunelli sí los sufre. Escoge una mesa cercana a un gran ventanal que da a la calle y un poco escondida por una columna. Olegario gusta de no ser oído, ni escuchado, ni visto, si puede ser, por  desconocidos.

       Brunelli tiene tantos problemas para relacionarse con sus semejantes que solo el humor puede disimular tanta patología subconsciente. Está pensando que tal vez le viniera bien acudir a la consulta del doctor Sun y contarle lo de la sua mamma. Llega un camarero mayor y tieso como un aspa de molino frente al viento. Ahora Brunelli tiene un serio problema. Si pide un té o una infusión puede que sufra luego de aerofagia y eso frente a una dama es como cometer un crimen al lado de un policía.

      El camarero le mira, luego le remira, después le vuelve a mirar, se pone de un pie, se pone del otro, y Brunelli sin decidirse. Por fin saca fuerzas de flaqueza y le expone el problema al camarero que tuerce ligeramente la nariz. Es el único signo visible de su descontento, de la tormenta que se agita en su interior. Le recomienda una copita de champán, es digestivo y además queda muy chic con las damas. Brunelli se deja convencer.

      El camarero vuelve con el cóctel de champán. Olegario le ruega encarecidamente que si una dama pregunta por él, al momento la traiga en volandas. ¿Por quién debe preguntar la dama?. Brunelli no ha caído que el camarero podría traerle todas las damas que preguntaran por alguien. No ha caído o tal vez sí ha caído. Nuestro héroe es así, tímido pero astuto.

      Allí queda nuestro amigo, el envoltorio en el regazo, la copita de champán camino de su boca y el pensamiento deshojando la margarita. ¿Vendrá o no vendrá?. ¿Temerá ser considerada como desvergonzada si acepta una cita con un caballero a ciegas?. Las damas suelen temer estos encuentros y hacen bien, la historia está sembrada de machos que se creyeron lo que no era. Pero él, Brunelli, es un caballero y puede demostrarlo. ¿Pero le dará ocasión Priscila de mostrar sus credenciales?.  ¡Uy las damas!. ¡Cómo son las damas!. ¡Cualquiera sabe!.

4 pm en la habitacion 713
Priscilla aún no sabe qué ponerse.
Camina de aquí para allá entre la cama y los sillones, todos ellos cubiertos de vestidos,
mirando, descartando, volviendo a barajar y volviendo a descartar.
Dentro de ella disputan dos impulsos igualmente intensos y justificados ambos:
El natural hacia la elegancia, traído en la sangre, perfeccionado desde el nacimiento,
alimentado por las orgullosas miradas de Ramiro al lucirla colgada de su brazo,
facilitado por la cantidad y calidad de la ropa esparcida a su alrededor.
El impuesto por la ocasión de su voluntad de demostrarle a Ramiro que está en condiciones de hacer el mejor de los papeles en representación suya.
Pero ¿cómo se viste uno cómico?
Más aún, ¿cómo se viste uno cómico sin dejar de ser elegante?
Porque tampoco se trata de traicionarse a sí misma y dejar de ser Priscilla:
En ese caso no sería Priscilla la que estaría demostrando nada.
Al final opta a regañadientes por el vestido de clown.
Así lo había calificado Ramiro la primera vez que se lo viera puesto:
«Será finísima esa seda natural que te trajo tu prima, pero la intención del regalo no es nada elegante.»
y como ella no entendiera, agregó:
«Mi Priscilla, siempre tan ingenua. Es una indirecta sobre mi reciente nombramiento.»
Ella no estaba muy segura de que un vestido regalado a ella tuviera que ser una indirecta para él, pero en cuestiones de política y relación personal -como en todo- él solía ver mucho más que ella.
Y el vestido realmente no iba con ella: Colores pasteles, pero muchos y mezclados, y esos enormes botones cubiertos de seda, cada uno de un color distinto.
«Mírate -le mostró él el espejo-. De haber sido de colores vivos sería el propio traje de clown.»
Y "traje de clown" se quedó.
Se lo pone, sin darle ya más vueltas, porque casi es la hora.
La falda la reconcilia un poco con la elección, le produce una grata sensación aérea entre las piernas, sutil y vaporosa: Parece haber sido hecha cosiendo muchos distintos pañuelos de seda natural a la cinturilla por las puntas. Y sobre la holgadísima y también multicolor blusa luce el pálido arcoiris de los siete enormes botones -tamaño fuerte de plata, de los de antes-.
Tal vez era cierto que ese vestido estaba de moda cuando Martita se lo regaló, pero ahora era definitivamente un muy femenino, lujoso y sutil ... ¡traje de payaso!
Y eso era lo que ella se había propuesto ser esta vez, un payaso.
Aunque no estaba nada segura de conseguirlo.
Sobre el otro problema ya había tomado hacía horas una decisión:
Imposible competir con la espontaneidad de Ramiro sobre las tablas, habiendo él casi nacido sobre la tarima de una parranda gaitera en pleno jolgorio navideño, y habiendo recibido, como solía decir él, la vocación en el nombre.
Ella en el nombre sólo llevaba el sifrinismo.
Se calzó los guantes. También de seda, pero grises. Largos hasta el codo. Muy chic.
Sin guantes no era ella.
Tomó el pesado bolso. ¿Por qué tan pesado? Bueno, ya no le daba tiempo a revisarlo. Caminó medio torcida por el peso, eran pocos pasos hasta el ascensor.
«Yo sé que sobre el escenario soy una ausencia -ensayó en voz muy baja-. Lo sé desde que en el grupo de teatro de la universidad me desmayé en medio de una obra y nadie se enteró hasta que encendieron todas las luces para empezar a recoger la escenografía.»
Entró al ascensor, pidió la planta baja.
Ya le habían empezado a molestar los anteojos. Se había puesto los mejores que tenía, que no usaba nunca porque le apretaban mucho el caballete de la nariz, aunque tenían la ventaja de que no se le iban resbalando todo el tiempo: No se puede estar alerta y ser asertiva cuando uno tiene que estar todo el tiempo pendiente de que no se le caigan los lentes. Pero no los soportaría mucho rato.
Aunque con estos anteojos -inmóviles delante de sus ojos- veía mejor que de costumbre, igual fue contando los pasos hasta llegar al Salón Chinoise, tres a la izquierda, dos a la derecha, cinco derecho y arruga en la alfombra... Mejor curarse en salud.
«Debí haber cambiado el lugar de la cita» se dijo nuevamente mientras caminaba en la dirección que el empleado le indicara. Aquello de "Salón chinoise" le hacía pensar en la intencional voluptuosidad íntima del "boidour de Merceditas" en Ifigenia, lo que no le daba muy buena espina.
Pasó entre tres biombos en sucesión de zigzag hasta un ambiente poco iluminado pero amplio y con varios sofás y mesas bajas. Nada que ver con un boidour, menos mal.
-Honorable señor humorista nomber uan -empezó..
No podía tenderle la mano porque no había terminado de sacarse el guante de la mano derecha, pues se le estaba dificultando mucho debido al insólito peso de la cartera.
Finalmente estiró la mano con el guante a medio sacar, largos dedos de seda gris alcanzaron apenas a rozar la mano de Olegario y se batieron en retirada intentando recuperar la elegancia perdida. No hay como un par de guantes rebeldes para arruinarte una entrada.
Es que los guantes son una de las piezas de vestir más contradictoria, con eso de que para saludar hay que quitárselos:
Priscilla a estas alturas ya no recuerda si empezó a usarlos para esconder unas manos no tan hermosas como las hubiera querido, o, por el contrario, para llamar la atención, al momento de sacárselos, sobre la pálida languidez de sus esbeltísimos dedos.
-Honorable señor humorista nomber uan -repitió-: Yo sé que sobre el escenario soy una ausencia.
El guante había caído detrás del sofá junto al cual estaba, de modo que se interrumpió para agacharse a recogerlo.
Cuando se levantó ya no ubicaba visualmente a Brunelli.
-Honorable... -giró sobre sí misma desconcertada, tan pequeño no era Brunelli, que ella recordara, como para perderse visualmente de esa manera.


Brunelli tuvo tiempo de pensar en muchas cosas. No era la primera cita con una dama aunque tal vez no pasara de la tercera. Sentía temblar las rodillas y con ellas la carta de Priscila, enmarcada en plata. El viejo camarero no dejó de presentarle una dama tras otra, en realidad todas las que entraban al salón chinoise. Olegario no es un hombre mal pensado, al contrario, le gusta imaginar siempre lo mejor de sus semejantes, o al menos intentarlo, aunque termine por pensar mal de todo el mundo, de otra forma no sería humorista. Pero aquel trasiego de damitas le olía a cuerno quemado. Aquel pendejo de camarero se estaba vengando de mala manera. Priscila era una mujer única e irrepetible y aquel viejo, con una sonrisa de conejo que daba grima, no cesaba de presentarle damas.

Llegaba muy tieso, se inclinaba en un saludo que hacía rechinar sus bisagras poco engrasadas, y le decía a Brunelli, con su vocecita de niño que no ha roto un plato en sus pocos años de vida, pero que acaba de romper toda la vajilla en un acceso de cólera: Disculpe el señor, pero esta dama pregunta por usted. La dama en cuestión se le quedaba mirando a Brunelli con ojos de poco querer y saltaba como un áspid. Creo señores que aquí hay un error. Yo no pregunto por nadie, sino que usted, mozo, es el que me ha dicho que preguntaban por mi.

El "mozo" se ruborizó como un colegial y su sonrisa de conejo se amplió hasta transformarse en una sonrisa de hipopótamo, si es que los hipos sonrien, que no lo sé. Brunelli observaba a la dama en cuestión como si tuviera que pesarla a ojo y cuando empezaba a sentirse muy cansado de tanto sostenerla en brazos, se disculpaba. Usted perdone, señora, me temo que el error lo ha cometido "este mozo". Es cierto que estoy esperando a una dama, pero no es usted. Usted no es Priscila, ¿no es cierto?. Y lo decía como amenazando. Como diciendo: como se le ocurra ser Priscila se va a enterar. Y es que las damas en cuestión eran bastante feuchas, que me perdonen ellas si pueden, o bastante gordas, o muy viejas. Y Brunelli ama el eterno femenino, pero no tan eterno, ni tan bien alimentado, ni tan "estético". En cambio en la hora que duró su espera (Brunelli pensó con regocijo que Priscila estaría probándose todos los vestidos del armario, y la imaginaba tan pronto desnuda como vestida y los ojillos se le hacían cada vez más pequeños, más pequeños, más...) hubo una dama que le hizo tilín y luego tilón y luego casi se traga la peluca y luego...

Se parecía tanto a la Sharon Stone que Brunelli miró al camarero como si estuviera viendo un extraterrestre. No puede ser, pensaba, que este idiota haya tenido el detalle de traerme a la mismísima Sharon Stone. Es idiota, realmente idiota, pero no tanto. Olegario se pasó un minuto y otro, sopesándola en sus brazos, y ella pesaba poco, era como una pluma con curvas. Y así hubiera estado toda la tarde hasta que la dama en cuestión, rubia por más señas, le espetó. Bien caballeros, aquí hay un tremendo errror (lo dijo por Brunelli que se miró la barriga). No creo que yo tenga una cita con un gordo tan repugnante en toda mi vida. Y usted disculpe. Se refería a Brunelli. Como Olegario encontrara la voz perdida para preguntar a la dama si era en realidad la mismísima Sharon Stone, ésta le soltó un sopapo antológico. ¿Por quíen me ha tomado usted?. Como se le ocurra confundirme otra vez con esa guarra le salto un ojo. Usted tiene menos educación que un tiburón y encima es tan gordo que da asco.

Esta secuencia dejó a Brunelli tan hundido que cuando llegó la auténtica Priscila y extendió su mano enguantada hacia su boca, no pudo superar su baja autoestima y se dejó caer detrás del sofá, panza arriba y con poco resuello. Allí quedó un buen rato mientras la pobre Priscila daba vuelta sobre sus pies y luego se arrodillaba en el suelo alfombrado, por si Brunelli hubiera encogido (¡qué mas quisiera él!) transformándose en un diminuto de los dibujos animados, perdido entre los pliegues de la alfombra, como en un océano sólido y enrojecido. Quiso hacer señas al camarero para que le indicara dónde se había escondido Brunelli, pero el buen mozo había desaparecido entre los tonos pastel del vestido de Priscila y el par de columnas y el par de palmeras que rodeaban la mesa escogida por Olegario para no sufrir un acceso de su mal, su gentefobia.

Priscila se sintió perdida, allí en mitad del salón chinoise, con su vestido de clown y sus gafitas de dama intelectual. ¿Qué hago yo ahora?, pensó con lástima de sí misma, una inmensa lástima, una infinita lástima de sí misma. Y fue entonces cuando Brunelli surgió delante de las naricillas chatas de Priscila, como una aparición gorda en un show de magos flacos que hacen burla de los gordos. Aquella sorpresa no estaba programada, aunque bien hubiera podido ser el gran éxito de Brunelli...si Priscila tuviera los anteojos donde deberían estar. Pero no, se los había quitado de su naricilla chata y los estaba limpiando con un pañuelo color arcoiris. Más que nada para disimular, porque en realidad los cristales estaban relimpios, como toda su persona, relimpia y colorista.

Brunelli observó a la dama, como sopesándola en el aire y sacó una rápida conclusión, más bien varias rápidas, pero profundas conclusiones. Una, que la dama se había estado probando todos los vestidos de su guardarropa. En eso tenía más razón que un santo. Dos, que la dama había escogido por fin, y al final, cuando ya la paciencia de cualquier santo se agotó, el vestido regalado por su peor enemiga. Tres, que tal como estaba bien podía presentarla en el congreso de humoristas. Sería su ayudante y causaría sensación. Cuatro, que a pesar del vestido, de los guantes, del pañuelo arcoiris, de las pestañas demasiado dobladas y de las gafas que se estaba colocando sobre sus nariz chatita, era una mujer para ensoñar. Y Brunelli se quedó mirando a la dama y ensoñando y ensoñando... Hasta que oyó la voz arcangélica que le decía. ¿No será usted por casualidad el humoristas number...number...?

Y aquí Priscila se quedó trabada. Bien porque no fuera capaz de imaginar, ni en las peores pesadillas, que el humorista number one del mundo pudiera ser aquel gordo barrigón y abotargado que la miraba como un idiota, al tiempo que con el dedo índice de su mano derecha intentaba hacerse un rizo en el bisoñé. Bien porque lo del "one" se le atragantaba siempre a pesar de su espléndido inglés de Oxford y Cambridge y de su excelente americano de Yale.

-Olegario, para servirla. Déje eso de number one, solo me lo llaman los seguidores con los que tengo menos confianza. Usted Priscila, puede llamarme Oli, por lo de Olegario, aunque si prefiere , de momento y hasta que nos conozcamos mejor, guardar las formas llámeme Brunelli, Brun-elli. Porque usted es Priscila. ¿No es cierto?.

Y lo dijo con un suspiro, no porque se sintiera desengañado, puesto que la dama le hacía ensoñar. Si le quitaba los guantes -que se quitó ella en ese momento con la lentitud y sensualidad de Gilda, aunque sin darse cuenta, asi como quien no quiere la cosa- le ponía unos anteojos más modernos, más de chica de pasarela, y le cambiaba el vestido por algo más discreto, más chic, digamos, aquella mujer podía sufrir una transformación bárbara, como de fea de culebrón a Gilda de cabaret. No era por eso el suspiro, sino porque de no ser Priscila aquella dama comenzaría a darse de cabezazos contra las paredes y cogería al "mozo" del cuello y apretaría...apretaría.... aaaa.....

Priscila le sacó de su ensimismamiento. Quería sentarse, estaba muy cansada, y tomar algo, sentía la boca seca, y poder charlar con Brunelli con calma. Porque el susto había sido morrocotudo. Por un momento pensé que se había convertido en un diminuto, ya sabe esos de los dibujos animados y de las películas. Usted disculpará, Oli, pero al no verle... pensé lo peor. Las mujeres somos así, un poco, un poco...¿cómo diría?.

Aprensivas. Dijo Brunelli que como un ciclón gordo tomó de la mano a Priscila y la condujo a la mesa y ayudó a que se sentara corriendo la silla, que luego empujó ligeramente hacia delante, y sirvió una copita de champán que ofreció a sus dedos desenguantados y de piel suave y se sirvió otra copita para él y brindó por el feliz encuentro. Que esto se repita al menos una vez al día y nada me alegraría más que usted aceptara ser mi ayudante en los shows que tengo preparados para el congreso de humoristas. ¿Qué me dice usted?...Sí, sí, qué me dice... Responda, responda...

Y es que Priscila no podía responder porque se había echado la copa al coleto y acababa de atragantarse. Su cara se demudó y no podía respirar y... Entonces Brunelli se colocó a sus espaldas, la levantó de la silla y la dio tal palmada en la espalda que de la boca de Priscila salió todo el champán bebido y con él un formidable grito que puso histéricos a los reposados clientes del salón chinoise.

¡Oh,Brunelli, Brunelli!. Ya la has pifiado otra vez.





lunes, 1 de junio de 2020

TALLERES XIII




Me vais a permitir unos apuntes sobre la improvisación de ayer. Creo que fue fantástica. Un buen ensayo a ocho manos. Y eso que fue la primera vez
.
    Se me ocurre que antes de iniciar la escena del hall el narrador podría hacer una breve reflexión, algo así como:

   "El destino gusta de jugar al billar utilizando el tiempo y el espacio. Por eso no es de extrañar que dentro de un momento se vaya a producir una genial carambola. Será un tanto esperpéntica como los personajes que la van a protagonizar. No se puede pedir al destino que no haya tropezones en la trayectoria de las bolas cuando éstas son cuadradas en lugar de redondas".

      Creo que debo ampliar un poco la llegada de Olegario y su entrada por la puerta.

     Olegario Brunelli andaba más preocupado de su peluquín al llegar a la puerta del hotel "Joie de vivre" que de su entorno. No es de extrañar que no advirtiera las dificultades que la tramposa puerta le ofrecía. Se trataba de una puerta giratoria, de esas con varios compartimentos que dan vueltas y vueltas, y si uno no anda vivo nunca acaba de pasar al otro lado.

     Eso le sucede a nuestro personaje, que ocupado de su preciado tesoro, no es capaz de encontrar el momento justo de saltar del tiovivo y así da vueltas y vueltas, cada vez con más velocidad. Sea por azar del destino o tal vez porque la puerta ya no daba más de sí, lo cierto es que arrojó a Olegario con todo el empuje de su fuerza cinética al interior del hotel. Justo en el momento en que un cuerpo opaco se cruzaba en el camino. Una carambola del destino, precisa y contundente.

    Paso a copiar el borrador por parte con algún que otro comentario. Mejorarlo y aportar nuevas ideas será tarea de la próxima semana.

Xime_na_a1 : Dale, así me doy cuenta un poco mejor.
     
Slictik1 : Olegario notó que chocaba contra alguien. Elevó ambas manos a la cabeza para sujetar el peluquín y de pronto se vio sentado en el suelo. Sentada unos metros más allá se encontraba una mujer que le llamó la atención.

      NINA : ella en cuclillas

      Slictik1 : La observó con pasmo. Ella le miraba y se reía con ganas.

      Slictik1 : Ahora puedes seguir con tu personaje Hele.

      NINA : _senor discume muco mis mientes
      NINA : (al perder su sentadura solo le salen mmm=)

      Xime_na_a1 : jajajja
      Slictik1 : Estupendo.

      NINA : -me commende uste?

      Slictik1 : -Oh, sí, querida amiga. Voy a ayudarla de mil amores.

      Slictik1 : Ximena. ¿Qué te parece si tu personaje retoma la escena y describe lo que ve?.

    Como no pude copiarlo todo entero tengo los párrafos desordenados. Si notáis que alguno no encaja lo cambiáis. 

    Voy a poner un hilo argumental para que todos nos guiemos por él, pudiendo cambiar e improvisar sobre la marcha, pero siempre teniendo en cuenta hacia dónde va la escena.

    El hilo argumental sería el siguiente: Entra Brunelli. Tropieza con Filo. Se produce la escena que hemos descrito. Matilde ve entre nieblas lo que sucede y se acerca. Se arma el caos que hemos descrito en el esbozo. Por un lado Brunelli busca la peluca, por otro Filo busca su dentadura. Por otro Matilde que no ve ni torta lo confunde todo.

     El personaje de Marcelo  observa la escena desde lejos y se acerca para ayudar. Creo que la intervención de este personaje podría ser más amplia, tener más protagonismo.

     El conserje y el botones tienen que acudir en ayuda.  Puede aparecer el personaje secundario del bailarín de tango. Su intervención tiene que ajustarse un poco a lo que ya hemos esbozado.

      La escena se puede enredar todo lo que se quiera. Ya la puliremos luego. Lo importante es que el final vaya hacia el salón, donde todos se calman con unas tilas que trae el botones. Allí se produce otra escena más calmada tendente a que los personajes que no forman parte del congreso de humoristas entren de alguna forma en él.   En este sentido Filo aceptará hacer de actriz para la parodia de Olegario. Matilde que cuando se calma, luego de haber conocido a gente nueva, enseguida quiere echarles la carta y adivinarles el futuro, se apunta para echarles las cartas a todos los integrantes del congreso de humoristas.

    El personaje de Marcelo no puede abandonar a dos damas en apuros y se ofrece a Olegario para ayudar en lo que sea en el congreso, aunque tenga que hacer de azafato y servir vasos de agua a los congresistas. Ya los tenemos a todos metidos en el lio del congreso.

    Antes, al acabar la escena del hall, puede entrar en acción un secundario de Marcelo. Se trata del director de cine que observa la escena desde una cabina telefónica. Está hablando con su actriz protagonista que se niega a venir al rodaja. La escena que ha presenciado le da una idea para la película y se propone convencer a los personajes para que hagan un cameo en su producción.

     Esta semana trabajaremos en pulir la escena del hall, para la próxima podemos trabajar la escena tranquila del salón y se pueden ir aportando ideas sobre el futuro de estos personajes y sobre cómo se desarrollará el congreso.

      Voy a ir subiendo el resto del esbozo con algún apunte o comentario. Si alguna escena no encaja es que los párrafos están confundidos.