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Necesito un
narrador objetivo, el profesor no quiere describir los métodos de trabajo de
Slictik, se volvería loco a las primeras de cambio. Pienso en un narrador
malévolo, en un enemigo, que podría darle ese toque divertido que necesita una
vida tan caótica como la de Slictik.
Antes de salir
para el trabajo con el miedo en el cuerpo Slictik se acerca al rinconcito de
una estantería, coge el paquete de tabaco, las gafas de sol para evitar mirar
con claridad nada que le suceda en el trabajo y una libretita tamaño bolsillo
con tres bolígrafos por si falla uno. En el trabajo de calle siempre hay
momentos de tensa espera mientras uno aguarda para darle un susto a su querido
prójimo. Entonces Slictik saca su última libretita, dedicada esta vez al circo
de Slictik y se pone a escribir sin el menor pudor. La gente pasa a su lado y
le mira como al bicho más raro de la ciudad y no se equivocan porque lo es.
Ayer esbozó el
primer episodio de Ladino, el terrorista psicológico. En un momento determinado
se le ocurrió cómo salir del bloqueo. Lo que fallaba era el narrador. Acaba de
encontrarlo recordando los dibujos de la pantera rosa. El narrador será el
inspector Clausot de Scotland Yard y tendrá como ayudante para perseguir al
terrible terrorista a la inspectora más atractiva del mundo, Lady Jane, más
conocida por su apodo de la pantera rosa. Escribe entusiasmado se olvida de
todo. Es una idea genial, la musa es complaciente con Slictik. De repente suena
un relojito dentro de su cráneo. Ha llegado la hora de asustar al prójimo. Se
dirige al portal correspondiente y como un Drácula moderno se presenta a la
próxima víctima que acaba de abrir la puerta creyendo que es Avon quien llama a
su puerta.
En el trabajo a
Slictik se le ocurren las ideas más peregrinas para evadirse de su dura
realidad draculina. Son tan estrambóticas que nunca cree que funcionen a la
primera pero luego llega a casa y tras comer y fregar los platos se tumba en el
sofá del salón y la mente se va de paseo. Le despiertan sus infames ronquidos,
entonces, justo al despertar todas las piezas del mecanismo encajan. Con Ladino
llevaba un par de meses que ni "palante ni patrás", pero hay que
dejar que el subconsciente se ponga en contacto con otros subconscientes a
través de túneles de gusano en el espacio invisible. De esta manera y sin que
ellos se enteren le puede robar a Vlado el diamante, a Jucar ese pensamiento que
anda buscando creyéndole perdido, a Ana-Cecilia ese corto que falta en su
almacén, a Hechi esa metáfora divina que vino y se fue sin saber cómo. A Afara
esa vibración sutil del corazón, a Gaviota esa visión desde arriba de una ola
perdida, a Madpoet una página de su diccionario que lleva buscando varios meses
y no sabe donde la ha metido, a Ximena le roba la musa un instante diciendo que
es un préstamo y luego ella se siente bloqueada, a Sally le ha robado su
asignatura pendiente pero ha sido una suerte porque se encontró con un aprobado
inesperado... Y así hasta el infinito, el subconsciente colectivo es una
gozada. Y que me perdonen el resto de rinconistas pero bastante me estoy
explayando. Otro dia confesaré qué les robo a los demás.
Escribir es una
enfermedad contagiosa. Princesita Sara estuvo esbozando este verano el cuento
del gato Periquito que tenía a medias con su papá. En su libretita apunta que
el gato Periquito, el detective más avezado del bosque intenta encontrar el
mapa robado por... Aquí se queda pensativa y mira a su papá a quien se le
ocurre la llegada de un pingüino al bosque. Princesita se troncha, ¿cómo puede
haber pingüinos en el bosque?. La imaginación trabaja, mientras princesita y su
papá elucubran en el bosque otro retoño elucubra sobre elfos oscuros y trollocs
o como se diga y luego le pasa un relato que el profesor Cabezaprivilegiada
critica severamente.
Mientras tanto la
mamá se queja amargamente y a voz en grito de que todos están en Babia y ella
trabajando como una esclava. Un día a Slictik se le ocurre echar una mano y se
pone a planchar la ropa. Con las toallas y las sábanas va bien la cosa pero en
un momento determinado aparece una prenda íntima de su señora y ocurre la
desgracia. La plancha quema y agujerea. ¿Y ahora qué?. Otra vez el grito en el
cielo, en esta casa todos están en Babia y la esclava a hacerlo todo. Slictik
se refugia en su pervertida fantasía e imagina la hagiografía de un santo de
ciencia-ficción. San Pito Pato en el siglo XXIII de nuestra amarga era realizó
portentos inenarrables que solo se atreve a hacerlo un aguerrido narrador, el
erudito Don Democrito. Otro personaje del circo de Slictik y van... ¿dos
docenas?
Esta familia está
seducida por la musa, solo se necesita que la esclava del señor entre en el
juego. Slictik consigue que escriba artículos para la revista del hospital pero
no logra hacerla entrar en Babia, ¿quién hace la comida, quién plancha, quién
hace la compra?. La esclava del señor. Slictik se arranca un pelo y piensa que
la condición femenina es muy dura. Mañana hará la comida y pasará el aspirador.
Mientras lo hace le pide al profesor que invente un robot que permita a todas
las familias vivir en Babia.
El profesor se lo
piensa y contesta que no está dispuesto a asumir las consecuencias. Si todo el
mundo está en Babia el mundo moderno se desploma, nadie ve la televisión y sin
televisión la economía occidental entra en barrena. Dejemos que la realidad nos
invada un poco de vez en cuando.
Los métodos de
Slictik son puro caos. Estar en Babia todo el día rellenando libretas donde y
cuando puede. Luego no encuentra todas las partes de un relato que pueden estar
en cuatro o cinco libretas según la inspiración. Mañana pondré orden en mi vida
dice Slictik y mañana repite lo mismo y sigue en Babia y las libretas y
cuadernos se casan y tienen familia. Slictik es como un niño que no quiere
crecer porque cuando crece viene el jefe y le pone contra las cuerdas. Y
colorín colorado este cuento se ha acabado.