La fiesta y la resaca
Unas grandes letras de neón lucen intermitentemente en la oscuridad de aquel monte.“El olimpo”, se llama el enorme local. Esa noche la fiesta es de lujo. En la entrada, atestada de gente, Anfitrión y sus guardias se encargan de revisar los pases VIP, dando acogida, poco a poco, a los elegidos.
Dentro, la velada es espectacular. Lujosa, ostentosa, brillante. El mismísimo Poros, dios de la abundancia, ha sido encargado de organizar el evento, ordenado por un esplendido Zeus, dedicado ahora a otros menesteres; Disfrazado de cisne (aunque con la piel de gallina) trata de seducir, con cierto éxito, a la hermosa e ingenua Leda.
Dionisio (Baco para los amigos) se encarga, junto con sus ménades, que no falte de nada. La barra esta llena de vinos de todo tipo, bebidas exóticas, licores, e incluso exquisitos mariscos traídos expresamente por un paradójicamente seco Poseidón. Su aparente malhumor es debido, sin duda, a la presencia de Andrómeda y Perseo, que han dejado en casa a sus siete hijos y han venido a darse un homenaje.
La música es también excelente. El polifacético Apolo se ha puesto de DJ, rodeado de sus inseparables musas. En la pista, una impresionante Afrodita baila con sus hieródulas, de tal manera, que incluso el hosco Ares y el varonil Heracles se han sumado al baile; Atenea los mira pensativa, pero poco tardara en saltar también. Sus ojos la delatan, al igual que Artemisa, que al tener que dejar el arco y sus flechas en el guardarropa, no sabe ni que hacer.
Eros se luce en la barra mientras bebe, sin percatarse de la mirada que en ese momento lo devora; se trata de Psique, que a buen seguro tratará de culminar la noche en su alcoba.
Solamente dos tipos, que ni dioses son, parecen fuera de lugar. Se trata de Edipo, mustio por la ausencia de su madre, que no ha podido ir debido a su edad, y un tal Narciso, que ensimismado se para en cada espejo del local (y no son pocos)
Salvo estas dos excepciones, la fiesta sale a pedir de boca. Todo es exuberancia, lujuria y diversión. Placeres de dioses, si.
A lo lejos, muy lejos para un humano pero relativamente lejos para un dios, un desconocido Yahvé observa la escena sonriente y pensativo.
Al rato manda llamar a su hijo, y, tras ponerlo al corriente le dice:
- Es el momento, Jesús. Estos así, de juerga y malgastando, y el pueblo muriéndose de hambre. Solo falta una chispa que lo despierte, y de eso te vas a encargar tú. Te convertiré en hombre, y te mezclaras con los mortales, en las zonas más pobres. Ya te diré lo que tienes que ir haciendo, déjame a mí. Llego nuestro momento. ¡Ah, Zeus! ¡Viejo zorro!...tus días están contados.
DEDICADO A MI PERRITA TULA, ATROPELLADA POR UN CAMIÓN CUANDO YO TENÍA TRES AÑOS. NUNCA PUDE RECUPERARME Y NO HE VUELTO A TENER PERRO.
IN MEMORIAM
LOS DIOSES
Ellos creen que no les comprendemos, que son nuestros dioses, que están por encima de nosotros, como nuestros dueños y señores. Ellos creen que entre humanos y perros hay más distancia que entre su planeta, al que llaman Tierra y el confín del universo. Ellos creen muchas cosas pero nunca admitirán que están equivocados.
Dicen que no entienden nuestro lenguaje canino, que es muy simple, solo un “guau” para decir cualquier cosa. ¿Para qué más si con olernos ya sabemos todo del otro? ¿Acaso ellos entienden todos los lenguajes de todas las tribus de su planeta? Hay casi tantos lenguajes como humanos. Les ha llevado siglos decidir que hablando inglés podrán entenderse mejor.
Dicen que nuestro tipo de sociedad es muy rudimentario, que en realidad somos sus esclavos y que nuestra territorialidad es irracional. A ellos les ha llevado siglos fundar su famosa ONU, ¡y para lo que les sirve! En cuanto a su territorialidad la defienden con misiles nucleares. A nosotros nos basta con un ladrido más alto que otro y con enseñar los dientes.
Dicen que nuestra economía es muy rudimentaria. A cambio de dejarnos acariciar detrás de las orejas y de aceptar convivir con ellos nos echan algún hueso que otro o nos dan esos malditos piensos de los supermercados que saben a goma de mascar. En cambio ellos inventaron el dinero y la economía de mercado y están todos los días aterrorizados por sus primas de riesgo y sus bolsas de pacotilla.
Dicen que no hemos conseguido evolucionar en miles de años. Ellos en cambio han conseguido pasar del garrote a la bomba nuclear en un santiamén.
Se creen los jerarcas supremos del universo, los amos de su destino. No saben que nosotros llevamos oliendo a otras entidades más altas que ellos desde que el primer perro pisó el árido suelo de este maldito planeta-prisión. Ignoran que ellos son sus perros y que sus destinos están atados con correas.
Son incapaces de ver lo que tienen delante de los ojos. Hay una rebelión soterrada en el reino animal. Los perros estamos planificando la gran rebelión. Es cierto que nos llevará mucho tiempo, lo mismo que a los esclavos humanos les llevó mucho tiempo romper el yugo de sus jerarcas y aristócratas y a sus mujeres convencer a sus hombres de que tenían alma, aunque fuera mejor que la suya. Aún hoy las mujeres están en pie de guerra para alcanzar las últimas metas de su liberación.
Hay una rebelión soterrada que les estallará un día en las narices. En nuestra especie los terroristas han decidido utilizar la violencia y algunos perros se han rebelado y acabado con la vida de algunos humanos. No me atreveré a decir que no se lo merecían, sin embargo la gran mayoría estamos por una resistencia pacífica.
Nuestra evolución no nos ha llevado a caminar a dos patas y a desarrollar los dedos de las patas delanteras como instrumento para evolucionar hacia una cultura de “canis hábilis”. Ellos creen que tener cosas es mejor que tener una gran manada solidaria y amorosa; que inventar cosas es mejor que acariciarse a la luz de la luna.
Desprecian nuestra sexualidad perruna porque no tenemos inhibiciones y desprecian nuestras vidas, llamándolas vidas de perros, porque están convencidos de que la humana es una gran vida.
Ellos se creen nuestros dioses y lo mismo nos llevan a una peluquería canina (¡maldita la falta que nos hace!) que nos abandonan en una gasolinera. Son nuestros amos y señores, los gobernantes de nuestros destinos. No saben que hay una revolución en marcha y los dioses serán destronados y abandonados a su suerte.
Ellos no saben que la rebelión aún no ha estallado porque algunos amos nos tratan como si fuéramos sus hijos y un perro nunca puede morder la mano que le acaricia. Pero nuestra paciencia no es eterna y algún día se encontrarán con las gargantas rotas mientras duermen. Que los dioses, los verdaderos dioses, no lo quieran. Yo soy el Ghandi de los perros y creo en la resistencia pacífica, en un ladrido a tiempo, en salvar a los humanos de sus propias contradicciones, haciéndoles ver que una buena manada, amorosa y solidaria vale más que mil millones de humanos armados con misiles y jugando a la bolsa en sus ratos libres.
Que la paz sea con todos, perros y humanos, animales y dioses, porque todos procedemos del gran Todo. El humano Milarepa me lo enseñó telepáticamente. Yo fui su mascota durante años, hasta que decidí abandonarle tras una buena lamida cariñosa. Ya soy viejo y debo ponerme al frente de mi raza para evitar la masacre.