PRESENTACIÓN ÑAMPIRA
Tras la entrevista con el Sr.
Pestolazzi, que Ñampira narra en un monólogo impecable y de la que el primero
dará cuenta en su momento, apareció por allí Don Alcanfor, modisto y decorador,
ofreciendo sus servicios, incluso antes de ser firmado el contrato laboral.
Pero antes de contarles lo
segundo, Ñampira les hablará de lo primero:
“Si, buenas, don sr Pestolazzi... Soy Ñampira...
¿Se acuerda de don mr Brunelli?... Exacto, el mismo. Todo buena gente el man...
Ah no, pues venía por lo de la recomendación (ahora se va a hacer el loco este
man)... ¿se acuerda que la noche de la inauguración él lo llamó para
recomendarle a una pelaa para el aseo? Pues todo bien. La pelaa soy yo... ¿El
Presuuuu qué?... ¿y qué es esa vaina de presupuesto?... Ah no. Por el dinero no
se preocupe (que yo eso me lo arreglo en el trabajo). Con que pueda dormir y
comer aquí, todo bien... entonces ¿si me da el trabajo?... ¿Gobernanta qué?...
¿y esa vaina qué es?... ¡uy! ¡Yo encargada de todo el personal de servicio¡
(ufa, lo máximo que me han encargado es encabezar la robada de unos repuestos a
un carro jajaja) ¡claro don sr Pestolazzi! Listo, va pa’ esa... Todo bien, que
su hotel le quedará como un espejito... si claro, bien limpio (jejeje)... No se
preocupe don sr Pestolazzi que no se arrepentirá de su decisión... Muchas
gracias por todo ¿oye?... Listo jefe, ahí nos vidrios. Digo. Hasta después
Jefe... ya no le ocupo mas tiempo... suerte es que le digo... chaos”.
Costó un poco convencerla de que aceptara semejante
responsabilidad, y más que el sueldo no la pareciera descomunal. Pero una vez
firmado el contrato Pestolazzi insistió en reformar la primera planta, para
hacer un hueco al despacho vivienda. Ñampira insistió en que no fuera lujoso o
se iba a donde pudiera estar a gusto. Lo que iba a ser enorme vivienda quedó en
una especie de garaje desnudo, tal como se ve en algunas películas, sin
tabiques entre salón, dormitorio, cocina y despacho.
A petición de Ñampira, Don
Alcanfor instaló en lugar prominente una televisión, no pantalla plana y de
plasma, sino un viejo aparato, en color, desechado por Pestolazzi hace años. El
ínclito decorador lo situó sobre un trozo de columna clásica del Partenón (a
saber cómo la consiguió), como un monumento al dios de la comunicación, el
nuevo Moloch, que devora a sus adoradores. El resto del despacho-vivienda acabó
siendo de una sobriedad espartana. Una mesa camilla, una herrumbrosa cocinita
de gas, para que Ñampira pudiera hacerse sus comidas (le había dicho a D.
Alcanfor que la asustaban un poco los exquisitos platos de Iñaki) y en un
rincón un gran colchón, desnudo sobre el suelo. El excéntrico decorador le dio
unos toques de suciedad artificial, pero había tenido el detalle de llenarlo
con plumas, para que la joven al menos se sintiera cómoda. Lo que no le dijo a
la mujer, que había observado su actuar con encogimiento de hombres, fue que
referido colchón había pasado por las manos del profesor Cabezaprivilegiada,
quien adosó a su tela un número casi infinito de microchips. Estos se activan
con cada movimiento o presión, produciendo diferentes hologramas, debidos a la
maquiavélica imaginación de Don Alcanfor. Pero esto es una sorpresa. Ñampira no
sabe nada de nada. ¿Qué sucederá cuando la gobernanta-jefa se deje caer sobre
él, tras una dura jornada de trabajo?.
Las paredes están grafiteadas
de forma bastante surrealista. La explicación viene de Juanito y sus nuevos
amigos, que se colaron en el despacho-vivienda cuando Añil terminó las paredes
(no le costó mucho acumular ladrillos) y al ver las paredes desnudas, propuso a
sus coleguillas hacerse con unos sprays de pintura de diferentes colores y así
pasar el rato. Por último Alcanfor diseñó el uniforme de Ñampira, una especie
de túnica en color azul cielo, con estrellitas. La plaquita de identificación corrió
a cargo también del profesor Cabezaprivilegiada y se trata de un artilugio que
ni el propio James Bonde, el agente 007, hubiera soñado. La dichosa plaquita va
a dar mucho que hablar. Pero no adelantemos acontecimientos.