sábado, 28 de abril de 2018

EVOLUCIÓN DEL LENGUAJE

    DOCUMENTOS DEL VIEJO HOTEL VI

   



Trabajar con personajes en un taller literario resulta complicado, al principio, aunque para mi siempre es divertido. Para quienes prefieran un taller clásico, donde cada cual exponga su opinión sobre los temas que van surgiendo, trataré de encontrar algún sentido a las ideas y escenificaciones del Sr. Pardo. Su forma de ver el nacimiento del lenguaje resulta bastante esperpéntica, aunque no debió surgir de manera muy distinta. Eso sí, tras un muy largo proceso en el tiempo.

Al principio fue la inteligencia, luego el lenguaje. ¿Cómo surgió la inteligencia sobre este planeta? No creo en el misterioso monolito de la película 2001, odisea del espacio, de Kubrik. De todas formas, surgiera como surgiera, el primer paso de esa inteligencia era necesariamente el lenguaje. Todo ser inteligente tiene necesidad de comunicarse con otros seres inteligentes y si no lo puede hacer telepaticamente o por imposición de manos sobre la cabeza del otro, se verá obligado a buscarse un instrumento, a la vez sólido y maleable. Sólido porque no podemos estar todos los días inventando un lenguaje o cada vez que nos encontramos con el otro. Era preciso que poseyera un mínimo de normas para que a nadie se le ocurriera cambiarlas a cada minuto. Por otro lado tendría que ser flexible como un chicle, para que pudiera adaptarse a las nuevas realidades que iban surgiendo y que necesariamente debían de comunicarse a los otros.

El lenguaje necesita ser preciso al tiempo que exquisitamente maleable para que pueda comunicar las emociones más profundas del alma y las ideas más complejas. El andamiaje que sostiene algo tan sutil, las estructuras que ayudan a que el lenguaje no se nos escape de entre los dedos, como si fuera la fina arena de una playa, son la gramática, la ortografía, el estilo, el vocabulario y todo cuanto de una manera u otra ayuda a que los seres inteligentes podamos comunicarnos.

Ahora bien. La pregunta es, ¿hasta dónde debería ser inflexible ese andamiaje? O dicho de otra forma. Ni el lenguaje tiene por qué ser una religión, ni los académicos los sumos sacerdotes de esa religión, ni las normas dogmas inamovibles que nos mantengan encerrados en cajitas de plata, a salvo de la evolución de la vida. Antes de pasar a estudiar cada una de las facetas del lenguaje deberíamos preguntarnos si son necesarias aquí y ahora, si ayudan a la comunicación, que debe ser el sentido último del lenguaje, o si en realidad no hacen más que entorpecer y poner obstáculos al conocimiento del otro y de la realidad. Desnudar las normas no debería convertirnos en herejes, al contrario, si no podemos poner en solfa la herencia recibida, ésta pronto se convertirá en nuestras manos en un peso muerto que nos llevará al fondo.

¿Es el lenguaje moderno lo bastante flexible para adaptarse a la constante evolución de la vida o las normas nos están ya sofocando? Desde luego no tendría sentido el ponerse a recordar una norma tras otra si no tenemos claro su sentido dentro del lenguaje. Creo que el Sr. Pardo lo explicaría de otra forma más amena y divertida, pero eso llegará a su debido tiempo en el taller de personajes.