miércoles, 20 de marzo de 2019

JEFE DE CAMARAROS



Cuarentón, alto, buen mozo (en el hotel no se admiten agresiones al buen gusto entre los empleados, salvo excepciones), siempre que puede trabaja duramente el músculo en un gimnasio. Miope, no lleva gafas por estéticas y no puede llevar lentillas porque le dan alergia.

Amante del cine, sobre todo del clásico. Está enamorado de las grandes bellezas de la historia del cine, desde Lillian Gish, por ejemplo, pasando por Greta Garbo, Ava Gadner y las modernas, Jodie Foster, Michelle Feifer, etc En su cuartucho del sótano, cerca de las cocinas, entre olores a comidas, va destilando sueños de sus meninges al tiempo que las alimenta con videos y dvdes.

Se pasa el día y no digamos las noches, soñando con delirantes seducciones de estrellas de cine, para lo que se traslada en el tiempo con la facilidad que da una mente delirante. Tiene fama de despistado y le toman mucho el pelo con su afición a la seducción de estrellas. En alguna ocasión le han puesto una escoba, convenientemente vestida, a distancia prudencial y le han hecho creer que se trataba de una de sus estrellas cinematográficas.

Ha llegado al cargo de jefe de camareros porque no siempre vivió en la inopia. Hubo un tiempo en que su dedicación al trabajo, su facilidad congénita para pasar desapercibido cuando así lo requieren las circunstancias ( la mejor habilidad de un camarero) y su contenida amabilidad, le propiciaban sustanciosas propinas. Era considerado un modelo entre los camareros del mundo entero (entonces controlaba su manía de soñar despierto) hasta que los sueños se apoderaron de su mente y de su corazón.

Se cuentan infinitas anécdotas sobre su constantes intentos de seducción clientes del bello sexo. Curiosamente no se ha recibido ni una sola queja al respecto en la dirección ya que las damas gustan de reírse a su costa y alentar sus adorables confusiones. Nada más agradable para una bajita que la confundan con Julia Roberts, por ejemplo.

Se lleva mal con el maitre, quien intenta deshacerse de él a toda costa, pero gracias al botones, con el que hace muy buenas migas, y a la influencia de este último, sobrino de uno de los mayores accionistas del hotel, nuestro amigo Sr. Olmos siempre sale bien librado.