CASINO
Pestolazzi está flotando en la piscina, sobre su capote de
torero, cuando recibe una comunicación telepática de Milarepa:
Aunque
ustedes no se lo crean es mi deber informar de un hecho realmente insólito.
Unos días antes de la inauguración del congreso de humoristas globalizados por
la paz, se produjo un acontecimiento de hondo calado en la opinión pública,
también globalizada. De los tanques criogénicos "Vitam post mortem",
en Kansas city Kansas, salieron por sus propios pies y tomando el pelo a
cuantos les rodeaban, los genios más grandes de la historia del cine y de la
historia en general. El Gordo y el Flaco, los hermanos Marx, Buster Keaton y
muchos más que ahora no tengo tiempo de citar.
Se ignora a qué se debió semejante milagro. Lo cierto es que los tanques
criogénicos comenzaron a chisporrotear, sonaron las alarmas, se produjo un
follón de mil demonios y cuando el consejo de administración en pleno de
"Vitam post mortem" llegó al lugar de los hechos, ya andaban danzando
por allí, en pelota picada, naturalmente, porque las ropas no pueden ser
criogenizadas, no sé si ustedes ignoraban este hecho. No es para ser descrita
la escena. Nos limitaremos a constatar que facilitarles ropas adecuadas a los
resucitados no fue tarea fácil y sí muy divertida para ellos, para los cómicos,
que se encontraban en plenitud de facultades físicas y mentales.
Se comenta que un científico loco, de esta empresa loca donde las haya, inyectó
en las tuberias de plático que suministran lo necesario a los tanques un nuevo
remedio que estaba experimentando: el cura-lo-todo AZ elevado al cuadrado. Esta
parece ser la causa más lógica de lo acaecido. El Gordo, nada más salir de su
tanque en pelota picada, se rascó las almorranas, descubriendo con asombro que
ya no tenía almorranas. En cuanto le encontraron un traje adecuado y comió por
los años que no pudo hacerlo (pidió hamburguesas con cebolla y pepinillo) se
enteró de lo sucedido. Su amigo El Flaco compareció a su presencia rascándose
la cabeza, para descubrir asombrado que ya no le picaba. El Gordo solicitó
información no del año en que se encontraba la humanidad, que no le interesaba
nada, sino del humor que se estaba haciendo actualmente.
Quiso la suerte que una bella azafata, allí presente, hubiera visto la noche
pasada un programa de la CBS en el que se encomiaba el congreso mundial de
humoristas por la paz del mundo que se estaba celebrando en el Hotel Joie de
Vivre. No hizo mas que enchufar el televisor y apareció el rostro de Brunelli
ocupando toda la pantalla. Respondía a una pregunta de una intrépida reportera de
televisión.
-¿Puede decirme, señor Brunelli, qué espera de este congreso de humoristas por
la paz en estos tiempos de violencia y crujir de dientes?.
Al Sr. Brunelli le entró la bien llamada risa tonta y no hubo manera de sacarle
respuesta alguna.
-¿Quién es ese payaso, ese tal Brunelli?. Clamó el Gordo a grandes voces.
Es el humorista number one - le dijo la linda azafata, la más bella entre las
bellas seguidoras de Brunelli- al menos es lo que él dice.
-Con que sí, ¡eh!, a ese payaso le voy ahora mismo a demostrar qué es humor y
que los clásicos nunca morimos.
El Gordo cogió al Flaco del bracete y, rascándose la cabeza compulsivamente, me
refiero al Flaco, los dos cogieron a la azafata con las manos que les quedaban
libres y salieron de estampida hacia la zona de administracción donde en un
santiamén les consiguieron pasaje en el primer avión hacia Ciudad-Luz.
Casi lo mismo pasó con los hermanos Marx y con otros viejos cómicos resucitados
de improviso. Pero esa es otra historia. Lo importante es que Brunelli recibió
un largo telegrama, lleno en un 90% de elogios y el resto con la escueta
información de la resurreción de sus ídolos. En un principio creyó que se
trataba de Priscila, por la longitud del telegrama, pero enseguida cayó en la
cuenta de que su oronda figura era admirada en medio mundo. Se prometió visitar
algún día a su linda admiradora anónima, la azafata de Vitam post mortem, para
mostrarle su gratitud. Claro que tendría que esperar a que terminara el
congreso y a que sus fobias y manias obsesivo-compulsivas se atenuaran. Para lo
último podía contar con el Dr. Sun y para lo primero ahora contaría conla
presencia de los más grandes entre los grandes. ¡Suerte que tiene Brunelli !, a
pesar de considerarse uno de los peores gafes que se conocen.