sábado, 2 de julio de 2022

TEMAS SUELTOS DEL HOTEL DE LOS DISPARATES VIII

 


SÓTANOS DEL HOTEL.

 

Tras dejar que sus padres se instalaran a gusto en la habitación número 2, Juanito y su inseparable lorito decidieron explorar el hotel, sin dejar rincón sin observar y memorizar. Antes de salir de la habitación pudo observar cómo su papá miraba el trasero de la camarera, de Clarita Alegría, encandilado y con ojitos de querer. Su mamá que había observado el detalle ponía morritos, de lo que dedujo que sus “papis” iban a estar muy ocupados en cuanto la camarera les dejara solos.

 

Le llevó más de una hora hacerse una idea clara de las dependencias del hotel y su distribución, de los pasillos, los recovecos, los atajos y los posibles escondites. Lo que más llamó su atención fueron los sótanos, a los que accedió mezclándose con un grupo de turistas que visitaban el hotel, antiguo convento y monumento de fuste, con una guía explicando los datos más relevantes de lo que un día fuera convento de Santa Clara y hoy Hotel Monasterio de los disparates. Cuando oyó a la guía mencionar la leyenda que corría por ahí de que en el hotel algunos habían visto un fantasma, mejor dicho una fantasma, que creían podría tratarse de una monja que viviera y muriera allí, años atrás, o mejor dicho, siglos atrás, y que donde más se la había visto era allí, en los sótanos, Juanito no pudo resistir la tentación de compartir tan valioso descubrimiento y buscar un compañero de aventuras.

 

Como solo conocía una posible compañía, la niña Natalia, recién instalada en el hotel y que permanecía en la habitación con sus padres, seguramente deshaciendo las maletas y poniendo todo en orden, decidió buscarla, pedir perdón e intentar que le siguiera a los sótanos, donde sin duda vivirían emocionantes aventuras.

 

Al llegar a la habitación número 1, justo al lado de la suya, donde Don Serge había instalado a la familia de Natalia, observó que la puerta aparecía entornada y que en su interior se escuchaban voces tranquilas y pasos mesurados. No se atrevió a llamar y mucho menos a colarse sin más, por lo que decidió enviar a su lorito, a John Silver, el largo, para que entregara un mensaje de viva voz a Natalia. El mensaje era escueto y decía lo siguiente:

-Juanito te pide perdón. Sal un momento. Tengo algo que contarte. El lorito, que era más listo que el hambre, se coló en la habitación sin hacer ruido, se colocó tras un florero y esperó la ocasión en que la niña estuviera sola. Cuando esto sucedió voló hasta el hombro de Natalia y ante la sorpresa de la niña, picoteó con cariño una de sus orejas, luego con toda la suavidad de que era capaz, que no era mucha, le dio el mensaje de Juanito, al que añadió algo de su cosecha. Donde el mensaje decía Juanito a secas, el lorito añadió, Juanito tonto, y lo repitió varias veces. Luego entregó el mensaje y Natalia asombrada de la listeza del animalito, del mensaje de Juanito, y del cariño que mostraba el lorito, salió al pasillo, donde le esperaba ya el repelente niño, dando patadas a un tiesto metálico que había en una esquina. El sonido debía de gustarle, porque no hacía otra cosa que dar una patada tras otra, como si fuera el campanero mayor de una iglesia, tocando a “arrebato”.

Juanito saludó a Natalia sin muchas palabras ni ademanes. Quiso saber si John Silver le había entregado el mensaje y cuando la niña lo confirmó y se rió por lo “bajini”, decidió que sobraban más alharacas y le pidió a Natalia que le siguiera.

-Ven, quiero que conozcas un sitio donde lo vamos a pasar muy bien. Dicen que hay una fantasma…

 

Natalia abrió sus grandes ojos desmesuradamente y en su rostro se dibujó el miedo a lo desconocido. Ella tenía un miedo espantoso a los fantasmas, aunque nunca había visto ninguno.

-¿Una fantasma? -Exclamó con su voz quebrada por la emoción-. No, no quiero ir a ese lugar, nada más pensarlo me dan escalofríos. 

Pero, Juanito sabía que la convencería usando sus dotes persuasivos. Y si, aún así, no lo conseguía usaría a John Silver como aliado para convencerla.

-Pues, si no vienes, no jugaré contigo en todo el tiempo que duren las vacaciones y te aburrirás como una ostra fuera de su concha. Además, no sé porqué, tienes tanto miedo. Si vas conmigo y con mi lorito, no te pasará nada. Si aparece la fantasma le enviaré a John Silver para que le picotee las orejas. Dicen que es una monja que quizá alguien le jugó una mala pasada y no quiere dejar este mundo hasta conseguir que se sepa lo ocurrido. O, tal vez, sea Alvarito Pina que se viste de monja para hacer una broma a los huéspedes. No hay nada seguro. Probablemente sean solo rumores.

 

Natalia se tranquilizó un poco, y después de pensárselo accedió, pero con condiciones.

-Te acompañaré, pero, has de conseguir unas velas para alumbrarnos y cerillas para encenderlas, o una linterna. Tú siempre irás delante sin retirarte de mí. ¿Cómo podrás conseguir las velas y las cerillas?

-No te preocupes, se las pediré a Alvarito Pina. Él nos las conseguirá.

-¿Y, si no quiere?

-Querrá te lo aseguro. Si se niega, romperé un macetón o un jarrón, y le diré a Don Serge, que ha sido él, y verás qué tirón de orejas le da.

 

Naturalmente, Alvarito se negó en principio, pero cuando Juanito le amenazó con romper macetones y jarrones y culparle a él ante Don Serge, y teniendo en cuenta que ya había roto uno y estuvo a punto de ser despedido, aceptó. ¿A quién iba a creer Don Serge? ¿A él que ya tenía un antecedente, o a un niño que acababa de llegar?

 

Con lo necesario para explorar los sótanos, Juanito, Natalia y John Silver, se pusieron manos a la obra. Es un decir. El lorito se puso alas a la obra. Juanito empujó la puerta de entrada y encabezó la marcha hacia las profundidades, convencido de que Natalia se haría pis nada más entrar, pero se equivocó. Cierto que Natalia tenía miedo, pero como era tan ingenua, confiaba en que siendo un niño tan diabólico, se cambiarían las tornas y la fantasma tendría miedo de él y no aparecería.

 

A Juanito le extrañó la aparente entereza de Natalia, que le seguía al parecer sin inmutarse. Entonces, se propuso utilizar alguna de sus argucias para sembrar el miedo a su alrededor. Le habló algo al oído a John Silver, y le dio un fuerte tirón de la cola. Y enfadado con su amo, voló fuera del alcance de la luz de la vela y retornó por detrás de ellos posándose sobre la cabeza de Natalia. Ésta gritó tan fuerte que retumbó en la lóbrega oscuridad y dio un manotazo a John Silver el largo, que salió despedido y revoloteó hasta posarse sobre el hombro de su amo diciendo: ¡Natalia tonta! Juanito sonrió e hizo lo posible para calmarla. Continuaron por la ruta que siguió la guía cuando se mezcló con los turistas y notó que algo no le cuadraba. Las dimensiones del sótano en la parte que él había visitado, no coincidían con las que había apreciado con respecto al exterior. Intuía que había gato encerrado. O quizá, monja encerrada, y de ahí que su espectro vague con la intención de que alguien descubra la puerta secreta que conduce al lugar...

 

 

Juanito que había escuchado las explicaciones de la guía turística y se había hecho con un folleto del hotel, sabía un poco de la famosa monja fantasma.