EL CONGRESO DE HUMORISTAS
La llegada de Olegario
Brunelli al hotel se debió a la celebración en el mismo de un congreso mundial
de humoristas. No se sabe muy bien si Brunelli ha sido invitado por el director
de este congreso y presidente de la asociación mundial de humoristas, Sr.
Almirante, su enemigo acérrimo, o bien ha sido Brunelli quien ha decidido
comparecer por su cuenta y montar la gresca correspondiente. No se sabe quién
eligió el Hotel de los disparates como sede del congreso, lo que no se ignora
es que dicho hotel acaba de ser abierto, en realidad está abriéndose en ese
preciso momento y anda falto de personal, aún no ha llegado el chef, Iñaki
Lizorno, y el único que campa por sus respetos es Alvarito Pina, el botones.
El director Sr. Pestolazzi,
que no se sabe muy bien por quién ha sido nombrado, realiza un tedioso casting
para conseguir la mejor persona para cada puesto. Se sabe muy poco o casi nada
del consejo de administración del hotel y a qué empresa o empresas o Holding de
empresas representa. En realidad se
puede decir que todo está tan oculto que me las he visto y deseado para
encontrar algún manuscrito que mencione estas cuestiones. No obstante lo poco
que he hallado lo pongo a su disposición.
Aún se sabe menos del
congreso, de en qué lugares se celebró en anteriores ocasiones y a qué
humoristas representa y a quienes no. También se desconoce por qué se eligió un
país recién nacido a la vida y en completo desorden, aunque se atisba que el
Sr. Almirante, presidente del congreso, ha podido venderse al mejor postor y
recibir a cambio sustanciosos beneficios que ha puesto a buen recaudo en un
banco de las islas caimán, que debe tener tantos caimanes como bancos o tantos
bancos como caimanes.
Se sospecha incluso que el
congreso nunca llegó a celebrarse, debido al enfrentamiento entre el Sr.
Almirante, el presidente, y Brunelli, aunque hay restos de manuscritos que nos
cuentan los preparativos y hasta quedan vídeos sobre un supuesto show que montó
nuestro humorista para entretener a sus congéneres.
Lo importante, se celebrara o
no el congreso, es que fue la causa de que tanta gente se juntara en el hotel y
éste llegara a ser tan conocido que incluso la ciudad y el país que lo albergó
quedaron en segundo término ante su fama rutilante.
EL SR. ALMIRANTE, PRESIDENTE
DEL CONGRESO DE HUMORISTAS
Tras la segunda guerra
mundial la asociación de humoristas por la paz sufrió un apagón, un guadiana,
del que nuestro personaje, el Sr. Almirante, consiguió sacarla gracias a unos
tejemanejes muy peculiares. No es de extrañar que el humor sufriera un duro
revés durante la gran guerra y que posteriormente el mundo estuviera más para
cambiar un pitillo por una lata de sardinas que una risa por un pitillito.
Fue elegido presidente en los
años sesenta, tras una patética campaña en la que prometió de todo: el mejor
hotel del mundo, las chicas más alegres, hermosas y asequibles, champán
francés, barra libre durante todo el congreso y condiciones de trabajo de lo
más higiénico y seguro. Semejante propuesta no podía por menos que ser apoyada
por todos los humoristas del mundo por unanimidad. Como bien se sabe estos
alegres pájaros cantores gustan de todo lo que la vida puede entregarles
generosamente y aún gustarían de más si lo hubiera o pudiera ser imaginado.
Almirante cumplió su promesa gracias a la subvención en dinero negro de la
mafia de las Vegas. La condición era que lo blanquease hasta dejarlo más limpio
que una patena. A cambio ellos correrían con todos los gastos del congreso.
No es de extrañar que los
humoristas se vieran alojados en el mejor hotel del mundo, El Piramidal. Una
gigantesca pirámide con palmeritas en los jardines y un casino impresionante
donde debería estar la cámara del rey, lugar donde como todos saben se deposíta
el sarcófago del faraón. Tuvieron tanta barra libre que alguno ni se acordó que
era humorista y tuvieron que sacarle los chistes a patadas. En cuanto a chicas
hermosas y asequibles la dirección del hotel hizo desaparecer a las doncellas a
las horas reglamentarias de ponencias y espectáculos. En aquel tiempo no
existían humoristas femeninas. ¡Y mira que lo sintió Olegario Brunelli!.
Entonces un jovencito sin barriga y con todo el pelo en la cabeza, que
comenzaba sus pinitos de humorista en cabaretes de mala muerte.
Los humoristas atravesaron la
delgada línea roja que separa el humor de la política y se dejaron comprar.
¡Así como suena!. Se corrompieron por unos tragos y unos besos. ¡Cuanta miseria
hay en el mundo para que unos personajes tan íntegros se vendieran por un plato
de lentejas!. Y no me pidan que les cuente más sobre este primer congreso
porque hasta un negro de la pluma, mal pagado y menos conocido, hasta un
miserable gusano como este narrador, tiene su corazoncito y su integridad a
toda prueba. Claro que sus convicciones éticas, las de este narrador, son tan
flexibles como el peso del oro con el que se le intente comprar. Es decir a más
oro más flexibilidad. Lo malo es que nadie ha intentado comprame. ¡Buaaahh!.
Los humoristas dicen de
Almirante que en sus tiempos hizo reir a los diplodocus. Y lo dicen no solo por
su provecta edad sino porque ni los más viejos recuerdan uno de sus shows.
Jubilado de humorista, se dedicó a organizar la asociación mundial de
humoristas AMH (pronunciado amé a H) allá a principios de los años sesenta. Se
puede decir que el primer congreso exitoso tuvo lugar poco antes del asesinato
de Kénedy. No cuenta un congreso realizado en París en el año 1946, que fue un
rotundo fracaso. A este congreso asistió Almirante, un jovenzuelo con ansias de
ser corrompido. Emprendedor como era sembró en la tierra sus esfuerzos y estos
dieron tanto fruto que el 20º congreso, celebrado en las Vegas, en el hotel
Piramidal, fue un formidable éxito. Gracias en parte a la subvención de varios
millones de dólares de la mafia local. Parte de los cuales se los embolsó el
propio Almirante. Muchos dijeron que la mafia, siempre tan divertida, había
hecho una cuantiosa donación con la clara y tajante condición de que se
prohibiera a los humoristas meterse con la cosa nostra.
Almirante comenzó a tener
fama de mafioso. La fama de humorista-enterrador, que nunca cuenta un chiste ni
aunque le maten, ya la tenía desde tiempo atrás. La oposición, formada por
cuatro humoristas gamberros, a la que se apuntó nuestro Brunelli (en sus años
juveniles se apuntaba a un bombardeo y eso que es hombre pacifista donde los
haya) castigó al Sr. Almirante con las parodias más sangrantes de la historia
del humor. Las bromas que le gastaron están ahora en las antologías del humor,
cruel, negro como la noche y despiadado como un pistolero sin plata en la
bolsa... Por cierto pueden comprar a la entrada del salón de congresos las
antologías de humor números uno,dos y tres, ilustradas por el gran Firges. Muy
baratas, oiga. Y si alguno quiere colaborar en la antología del humor por la
paz, número cuatro del catálogo, ya puede ir dándole a la risa.
A pesar de ello Almirante
continuó erre que erre. ¡Lo que cuesta renunciar a una poltrona!. Me recuerda
una canción, con música de tango, que dice: "Sillón de mis entretelas, mi
despachito oficial", etc etc. Lo que le salvó al Sr. Almirante de la
debacle fueron los congresos. Excepto los diez primeros, entre 1946 y 1956
(¿recuerdan?, segunda guerra mundial, proceso de Nuremberg, se descubren los
campos de concentración nazis, etc etc) que fueron muy poco concurridos
(faltaron los hermanos Marx y Woody era aún un niñito repelente). En ellos
Almirante pronunció extensos y soporíferos discursos sobre el nuevo mundo que
se avecinaba y que iba a ser una delicia (guerra de Vietnam, guerra de Corea,
crisis de los misiles, guerra fría,etc,¡qué gran chiste!). Asistieron, mal
contados, dos humoristas temblorosos y hambrientos, sacados de un cabaert de
mala muerte y que fueron muy bien pagados para que intentaran hacer un poco de
humor negro sobre el racionamiento.
Digo que con excepción de
estos años, los congresos posteriores fueron un gran éxito. En uno de ellos,
incluso,tocaron los Beatles. Gracias a estos ídolos y a la concurrida
asistencia de humoristas los congresos posteriores despegaron como cohetes a la
luna. Gracias hay que dar a la señora o señorita inglesa que inventó la
minifalda. Fue ella y las histéricas minifalderas, fans de los Beatles, las que
hicieron de aquel congreso una fecha inolvidable que nunca será olvidada. Se
cuenta incluso que una minifaldera se prendó de Olegario Brunelli, de tal forma
que éste ya nunca puso pegas a que Almirante organizara los congresos.
Pero esta es una larga
historia que les contaré en otro momento. Porque ha llegado el momento de
inaugurar el congreso y hay aquí un jaleo de mil demonios, todo el hotel está
patas arriba.