Alexander Iván Zakakorchoff es director de cine. Hombre
que transita ya con más de seis décadas a cuestas, lleva en sus espaldas la
experiencia de los distintos tiempos que vivió, lo cual le ha acarreado, entre
otras cosas, una personalidad contradictoria. Perteneció, en su juventud a uno
de los pequeños grupos hippies que desafiaban al régimen de hierro de la Unión
Soviética a escondidas, para escuchar a los beatles y cantar lo que ellos
entendían que era rock and roll. Hay quienes dicen que tenía, en ese entonces,
una voz aguardentosa, ideal para ese estilo. Mucho agua habrá corrido desde
entonces bajo el puente porque ahora su voz es suave, con cierto hálito de
feminidad, calma y reposada, con el aire catedrático propio de los directores
de su generación. Claro que Alexander dista mucho de ser un director standard.
Habiendo ejercido su profesión en la absoluta abstinencia hacia toda refrencia
sexual (rasgo característico de toda dictadura: lo inmoral comienza y termina
en los órganos genitales) hizo durante su vida un verdadero culto al sexo que
al mismo Freud le hubiese hecho enrojecer de envidia. Pero cuando al fin
soplaron otros vientos para su arte, vio que la criatura que había codiciado en
secreto, en interminables noches de insomnio, había pasado al arcón de los
recuerdos, arrollada por la grotesca globalización. Ahh, sí, había sexo para
todos los gustos y colores: sexo en la luna, en alta mar, en el lejano oeste,
en el amazonas, en las agitadas calles de Brooklyn, en las pizzerías,
florerías, centros comerciales, cementerios. Sexo entre humanos, entre
monstruos, humanos y monstruos, entre seres inmateriales.
Sí, había tanto exceso de sexo, como carencia de amor.
Horrorizado, luchó con su cámara, en una batalla de
antemano perdida. Sus primeras películas realizadas en occidente: "El
amante de la rosa roja " y "El hombre que soñó ser un ave"
(1990) fueron, sin embargo, un éxito de taquilla. Era de esperarse, desde luego.
Merced a la caída del muro, había pasado de ser un oscuro director, a
benefactor de la humanidad, sin escalas intermedias.
Pero en los tiránicos tiempos globalizados, todo es
efímero y Alexander no tardó en comprobarlo, pues sus films posteriores:
"El beso apasionado" (1991) y "Amor entre las nieves
eternas" (1992) tuvieron una repercusión menor a la esperada por los
grandes emporios del séptimo arte, razón por la cual, prescindieron de sus
prestaciones luego de un efusivo agradecimiento por todos los servicios
prestados, como, se sabe, corresponde hacerlo a toda gente de bien. Pero algo
quedaba en nuestro buen hombre, de aquel arrogante joven que a escondidas
desafiaba la ira del régimen de hierro y hubo de insistir. Así realiza, ya como
independiente, " El canto del ruiseñor" (1994), "Te regalaré el
olvido" (1997) y, en las postrimerías del siglo, "Traición bajo las
sábanas" film en el que se advierten ciertas concesiones del empecinado
director a las demandas del mercado. Fue precisamente este último film quien lo
salvó de la bancarrota al ser premiado con un Oscar a la mejor película
extranjera, hecho que le deparó un interesante éxito de taquilla, sensiblemente
inferior al de sus primeros films pero nada desdeñable para sus arcas vacías.
Su relación de amor - odio con el sexo, se tansmitió
hasta su vida privada. De naturaleza romántica, Alexander añora vivir una
historia de amor como la de sus películas, hecho que no es del todo sencillo en
un mundo signado por el plazo fijo, las conveniencias recíprocas y los pagarés.
Alexander busca la muchacha dulce y pura con la cual recuperar sus sueños de
juventud, sepultados junto al régimen soviético en las copiosa nieve del ex -
Stalingrado. Tras el ojo de la cámara, la busca con despesperación, aunque los resultados,
hasta el presente, no han sido satisfactorios.
En los últimos tiempos, su entusiasmo se ha volcado hacia
las cámaras ocultas: "gente real, hechos reales, historias de amor reales,
no esa bazofia esteriotipada que los ignorantes denominan arte" razona
para sí mismo.
Su reducido equipo está conformado por Boris y Anika, sus
jóvenes y entusiastas ayudantes. Con ellos llega al hotel buscando captar
escenas naturales y si son de amor, tanto mejor.
Amigo Marcelo. Perfecto el toque ruso. Creo que has mejorado
mucho el pequeño esbozo que te hice. Me gusta la filmografía que te has
inventado y lo exótico de su procedencia nos puede venir muy bien para algunos
gags. Lo de ser hipie en la Unión Soviética tambien se las trae y es muy
aprovechable. Creo que su afición a la cámara oculta va a depararnos grandes y
divertidas sorpresas en el hote. Creo que hay que meterlo cuanto antes en la
historia. Vete pensando en cómo hacerlo. Una pequeña introducción, por ejemplo
ha observado lo que se cuece en el hotel con nuestros personajes y enseguida se
pone a montar la cámara oculta. Puede que una sesión en su suite del hotel
viendo en privado lo que ha grabado de las escenas que ya han sucedido nos
podría hacer pasar un rato muy divertido. Un acierto el personaje, muy sólido y
con muchas posibilidades. Mis felicitaciones