jueves, 20 de junio de 2019

EL DIRECTOR SR. PESTOLAZZI




           

                 EL SUEÑO DE PESTOLAZZI

La primera noche del día en el que se reabrió el hotel Pestolazzi se acostó tarde, cansado de atender huéspedes y de las extravagancias de alguno de ellos. Roció la habitación con esencia de rosas (no podía pegar ojo si rondaba algún mal olor cerca) y tras tomarse una tila fría se acostó en su lecho, estiró las sábanas hasta que éstas ocultaron su cabeza y dándose la vuelta hacia el lado derecho se quedó dormido; no sin que antes pasaran por su cabeza toda clase de pensamientos y por su corazón toda clase de sentimientos, algunos no muy positivos.

En lo más alto del Pico Agujas, en la cordillera de Las Bordadoras (así llamada por el encaje de bolillos de sus crestas) Don Sata, con su capa negra al viento, levitaba a unos metros del suelo. Pestolazzi, que lo contemplaba desde lejos, se sintió atraído por él, como un gigantesco imán hubiera propulsado un puñado de limaduras de hierro, se encontraran donde se encontraran éstas.  Cayó a los pies de Don Sata y oyó su voz profunda de bajo como una campana tocando a muerte en la noche.

-Pestolazzi, todo el mundo será tuyo si postrándote a mis pies me entregas tu alma.

-Pero señor, antes necesito saber qué sentiría si pierdo mi alma y hasta qué punto sería mío el mundo que me prometéis.

-Tipejo de poca fe. Levántete y mira.

Pestolazzi se alzó y observó a su alrededor. El paisaje era hermosísismo. Siguiendo la dirección del dedo que D. Sata extendía, primero en una dirección y luego en otra, pudo ver el ancho mundo, todas sus gentes y todas sus pompas.

-Me interesa señor. ¿Hasta qué punto sería mío?.

-Tú, Pestolazzi, dominarías los pensamientos de las gentes, desde la sombra de sus subconscientes, y sus conductas, con impulsos irresistibles que achacarían a sus deseos malsanos. Como si fueras el dedo del destino precipitarías los acontecimientos en la dirección que indique la flecha de tus deseos.

-Esto está bien. ¿Pero qué sentiría si pierdo mi alma?

-Nada. ¿Quieres que te muestre a todos aquellos que ya la han perdido?

Y señalando el horizonte Pestolazzi pudo ver cómo se iban formando en el cielo el rostro de aquellos que dominaban el mundo. Personajes todos muy conocidos, cuyos nombres no vamos a desvelar por miedo a las represalias.

-Sí, estoy de acuerdo con usted, Don Sata, no creo que ni uno de ellos sienta por un instante el vacío que supone haber perdido su alma a sus manos. De acuerdo. Aquí tiene mi alma y sea lo que Dios quiera....