domingo, 6 de febrero de 2011

EL HOTEL DE LOS DISPARATES II






LA LLEGADA AL HOTEL DE OLEGARIO BRUNELLI, EL HUMORISTA NUMBER ONE

¿Quién era, es y será, este personaje extravagante? Eso lo podrían ustedes saber de “pe” a “pa” si consultaran su azarosa biografía que este narrador halló entre los papeles y archivos del Hotel de los Disparates y que luego pude confirmar en los archivos digitalizados de la ”Torre de Babel” De momento nos basta con saber que Brunelli fue invitado, lo que es un decir ya que son enemigos irreconciliables, por el Sr. Almirante, presidente de club mundial de humoristas, asociación sin ánimo de lucro, que engloba a todos los humoristas del planeta - ya que los pocos que se le enfrentaron, decidiendo según su libre albedrío continuar su espiritual y generosa tarea en solitario se vieron tan presionados y coaccionados que acabaron suplicando la admisión- a asistir al congreso mundial de humoristas que se celebraría en el país recién nacido a la independencia y que tomó el nombre provisional de “El país de la Alegría”, con motivo de la inauguración del mejor y más lujoso hotel de aquel territorio y uno de los mejores del mundo.

Debo decirles que la invitación del Sr. Almirante expresaba muy claramente que Brunelli debería pagarse el viaje y ya se vería si también la estancia, dependiendo de si el Sr. Director del hotel les invitaba a todos o no. Se dice, se cuenta, que antes el Sr. Almirante había sido invitado por el director del hotel, el Sr. Pestolazzi, pero eso es algo muy complicado de saber con exactitud, puesto que el caos que reinó al principio y que luego se acentuaría con el tiempo, hace muy complejo rastrear nada de lo que allí realmente sucedió. Por ello me perdonarán ustedes si relleno huecos con mi fantasía y me invento algún plano-secuencia sin mucha importancia.

Brunelli viajaba en un avión pagado de su bolsillo. Su destino era el aeropuerto internacional del “País de la Alegría” o “Alegría” a secas como le empezaron a llamar todos, para abreviar. Dicho aeropuerto aún no tenía nombre, ni siquiera provisional. En cambio el hotel donde había intentado reservar habitación sin éxito sí que había sido bautizado y bien bautizado con champán francés, con el rimbombante nombre, a juego con el país, de “Joie de vivre”. La alegría de vivir, en traducción libre y espontánea, era un hotel sin par en el negocio hostelero mundial, su único problema al principio fue el de no tener personal y carecer de casi todo. Pero su director, el Sr. Pestolazzi, acabaría por solucionar todos los problemas, con el tiempo, y los que no se arreglaron con el tiempo se pudrieron hasta desaparecer. El disparate que reinó allí en los primeros tiempos y que luego no hizo otra cosa que crecer, le cambió el nombre para siempre, transformándose en el “Hotel de los disparates”. Pero antes de contar su historia me gustaría contarles otra.